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De cervecerías [Neikawe + libre]

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Mensaje por Emily Hoffmann Lun Dic 05, 2011 12:19 am

Tic, tac, tic, tac.



El reloj que había sobre mi mesa de operaciones. Estaba cansada de tanto trabajo y necesitaba urgentemente unas vacaciones. Todo el rato mirando humanos, mirando cadáveres de humanos, mirando mutantes, mirando cadáveres de mutantes, mirando bichos, mirando cadáveres de bichos... Y el resto de La Organización jugando al póker mientras yo me esperaba. Qué bien que vivían los altos cargos.

Total, que al final me había escabullido de mis deberes y había decidido salir a dar una vuelta por los alrededores de la zona militar. Eso incluía cualquier bar, cafetería, pub, que se preciase. Me dirigí directa a mi lugar preferido entre todos aquellos. Se encontraba en una zona un poco más alejada de lo normal pero era un lugar reconfortante en el que podías descansar.

Me senté en la silla más alejada de la puerta, desde donde podía visualizar toda la cervecería. Un hombre embadurnado en grasa se acercó a mí para preguntarme qué iba a tomar.
-Lo de siempre, Tom, una caña de la mejor cerveza que tengas -Me encogí de hombros y esperé pacientemente a que me trajese mi pedido. Cuando lo hizo, agarré la caña con ambas manos y me llevé aquel líquido amarillento y amargo a los labios. Fue un trago profundo.

Eran las nueve y media de la noche y mi plan era quedarme en aquel lugar hasta bien entrada la noche. Entonces, cogería mis cosas y volvería a mi hogar, donde podría descansar de un gran día en mi cómoda cama.
Emily Hoffmann
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Mensaje por Sakiwara Neikawe Lun Dic 05, 2011 5:56 am

El silencio, el tacto de su gata sobre sus muslos, la oscuridad que poco a poco comenzaba a brindarle las noches calurosas en la que ahora se encontraba lo que se podía llamar a la tierra como hogar. Se encontraba sentada en su habitual posición de loto, en relajación, en perfecto equilibrio con lo que le rodeaba, desprendía tranquilidad y armonía, Yuro podía notarlo hasta el punto de que se había quedado dormida en el regazo de su ama. Se inclinó un poco hacia atrás estirando los brazos por detrás de la cabeza con las manos unidas. Se recostó sobre el suelo, con la mirada en el techo y aquél ventilador que no paraba de dar vueltas, giró levemente su cuello para hacerlo crujir, se volvió a incorporar para coger a Yuro en sus manos con sumo cuidado, dejándola sobre la cama, no tardo mucho tiempo en que Yuro se hiciera una bolita encima de la almohada. Se dirigió al ropero, le apetecía algo que no le diera mucho calor, se cruzó de brazos, levantando la zurda para golpearse levemente con el índice en la barbilla mientras pensaba que iba a ponerse, torció ligeramente los labios a dar con algo que iba a ponerse. Cogió una minifalda vaquera, de color negra desteñida en tonos beis y grises claros, también agarró una chaqueta de cuero marrón clara, con mangas cortas, se la puso sin camisa debajo y abrocho un par de botones, se colocó un cinturón marrón oscuro de los anchos alrededor de la cintura, atrapando en él la minifalda y la chaqueta. Ahora solo le quedaba ponerse las botas a juego con el color del cinturón y la chaqueta, aunque le había subido unos cuantos centímetros seguía siendo pequeña como ella misma.

Echó un último vistazo a Yuro antes de salir de la habitación, posiblemente se despertara dentro de un rato, así que le dejó un poco de leche y comida en su bol, no sabía si iba a tardar poco o mucho o si se iba a encontrar a algún viejo “conocido”. Cerró la puerta con cuidado y se encaminó hacia el centro comercial, le apetecía comprar algo aunque últimamente no había nada de su gusto, es lo que tiene el fin del mundo, la moda cambia y los precios se disparan por las nubes, por suerte para ella aún tenía lo de su anterior vida. Deambuló por las tiendas en busca de algo, la ropa que tenían en stock no había cambiado mucho, sin embargo al entrar en la tienda para animales si vio algo que llamó su atención, durante los dos años que habían pasado con Yuro no había caído en que no tenía collar, miró uno a uno, hasta que dio con el que más le gustaba una pequeña plaquita con la huella de un gato, con una correa roja oscura, le preguntó al dependiente si la grababan, y dado que su respuesta fue afirmativa, le pidió que lo hiciera en el momento, Neikawe no era de las que dejaba las cosas para luego. Espero el tiempo necesario para que le grabara el nombre de su gata en la placa mientras veía por la cristalera del establecimiento a la gente ir y venir, cada uno con sus quehaceres, cada uno con sus problemas y cada uno con sus alegrías. La voz del dependiente la sacó de su ensimismamiento, girándose en el acto y pagándole, para llevarse el collar, guardándolo en uno de los bolsillos de la chaqueta.

Salió de la tienda con un leve suspiro, volvió a mirar a su alrededor y vio a alguien conocido, se preguntaba que haría allí, ladeó ligeramente la cabeza y fue a averiguarlo, entró en una cervecería, se apoyó en la barra y comenzó a hablar con el camarero. Cuando el camarero se giró con un sobre en sus manos ya sabía de qué se trataba el asunto, y como si no quisiera la cosa ella también se apoyó en la barra de la misma forma que él.
– Ya veo que los negocios no se olvidan después de trece años, Ichisake. – Giró su cabeza para mirar a su viejo conocido, por la cara del hombre parecía que no se esperaba encontrar a Neikawe en aquél lugar, y menos en una cervecería. – Ya sabes que esas puertas siguen abiertas, tu padre era un buen hombre y tu cada días estas más preciosa. – Neikawe alzó ligeramente la ceja izquierda, no se creía que después de tantos años seguía queriendo tema con ella, simplemente increíble. Como quién no quería la cosa el hombre intentó poner su mano de manera amistosa en el hombro de Neikawe, pero la zurda de la mujer lo interceptó a tiempo doblándole ligeramente la muñeca, un ligero gesto de dolor aparecía en la cara del hombre. – Sigue por ese camino y te partiré las pelotas. ¿Clarito? – Terminó por hablarle en la lengua materna de los dos, el japonés. El hombre asintió con la cabeza, mientras poco a poco dejaba de sentir la fuerza de Neikawe en su mano. Cabeceó a modo de despedida, ya no sabía si hablarle o no, no fuera a ser que la cagara de nuevo y sabía la que se gastaba la “muchachita”.

Se giró hacia el camarero y se sentó sobre uno de los taburetes de la barra.
– Póngame un Gin Tonic. – Apoyó ambos codos sobre la barra esperando su bebida. El camarero posó un vaso alto sobre la barra para sacar la botella de Gin y una tónica, echando un de hielos en el vaso llenándolo la mitad de Gin y la otra mitad de tónica. Movió un poco el Gin Tonic con la sombrillita que le había puesto y le dio un trago, refrescante como ella misma.

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