Color my life with the chaos of trouble...

Frederick es un chico poco común. Un ser complejo, pero sencillo a la vez que termina por cautivar a cada una de las chicas que se cruzan por su camino con tan solo una simple mirada o una sonrisa con un cierto deje de coquetería. De unos modales dignos de un príncipe salido de cuentos, sabe usar sus atributos para obtener lo que quiere; demás está decir que esa natural caballerosidad que irradia no es eterna, tiene límites -al igual que su paciencia- bastante frágiles, que al cruzarlos, hacen que aquel príncipe encantado y perfecto a los ojos de muchos se transforme en lun verdadero demonio.

Su naturaleza misteriosa lo hace llamativo ante cualquiera, por mucho que a veces quiera pasar completamente desapercibido por el mundo. Usualmente se rige por una sola cosa: impulsos, de todo tipo. En algunos aspectos no piensa mucho las cosas antes de hacerlas y no le importa en lo más mínimo los errores o consecuencias que puedan desencadenar sus acciones, piensa que él es el propio dueño de su futuro, él lo forja, él lo vive, él lo construye por lo que no cree en el destino, en el cosmos, ni en ninguna de esas pavadas sin sentido. En cambio, en los otros aspectos, los que si valen la pena, como aquellos en los que se juega la vida, la amistad o la seguridad de sus cercanos se transforma en la persona más racional que pisa la tierra, analizando todos y cada uno de los detalles cientos de veces antes de tomar una decisión, por muy insignificante que esta sea. Se considera incapaz de hacerle daño a los que estima –llámense amigos, familia, colegas, etc- a menos que ellos hayan sido los que dieron el primer paso, pues si es así, simplemente se defiende hasta las últimas consecuencias.

Mantiene su pasado, literalmente, bajo siete llaves y usualmente es acusado de mentiroso, pero no lo es. Fred no miente, simplemente evade las preguntas comprometedoras. Puede llegar a ser astuto y melancólico, y tiene una habilidad única para dejar a las personas medianamente furiosas o con la palabra en la boca. Utiliza su carisma para evadir preguntas que le incomodan y principalmente para obtener lo que quiere de alguien.

Extremadamente cabezotas, una vez algo se le mete en la cabeza no hay cómo, ni quien le haga cambiar de opinión. Es perseverante por lo que cuando quiere algo se esfuerza al máximo y es capaz de hacer todo lo que esté en sus manos y lo que no, por conseguirlo. No tiene pelos en la lengua, si tiene algo que decirte, te lo dirá, te guste o no la manera en que lo diga, sinceridad ante todo.

A medida que lo vas conociendo y que logras ganarte –a pulso- su confianza te das cuenta de que no todo en él es malo. Defiende a sus cercanos con la vida si es necesario, es completamente desinteresado, siempre dispuesto a ayudar, atento, alegre, fiestero, cariñoso, amable, simpático, fiel, regalando sonrisas por doquier y tantas otras cualidades que hacen que quieras pasar mucho más tiempo con él del que por su ajetreada vida, tienes el placer de compartir.

Prepotente, egocéntrico, altanero, desconfiado, cariñoso, alegre, divertido, orgulloso, sobreprotector… tiene muchas facetas, de contrastes, pero todas ellas se resumen en tan solo una: él, simplemente él, Frederick Arthur Langkjær; con sus altos, bajos, virtudes y defectos.

Una de sus grandes pasiones es la música. Lo relaja, lo calma, anima, reconforta, entristece y hasta a veces, lo pone algo melancólico. Con los años ha aprendido a tocar un sinfín de variados instrumentos y las composiciones que hace con éstos son su más conocida manera de expresar lo que siente. Con una melodía o una canción puede llegar a decir todo, absolutamente todo lo que está pensando o sintiendo en ese preciso instante; para saberlo, solo debes aprender a escuchar.