Sweet dreams...

Las aguas perdían su capacidad cristalinas, tornándose de blanco a mi contacto, recorriendo en sentido inverso mi altura, rodeando mi desnudo cuerpo desde los pies y hasta bien llegado el pecho, donde su vestimenta deseaba detenerse encajando como un guante. Abrazándome con una tierna frialdad; estancándome en la mitad del lago, como en aquellos cuentos de la infancia. Logrando que mi mirada se tornara aún mas penetrante y fría, sin que por ello, esta vez, el calor que podía guardar para si mi cuerpo, decidiera abandonarme como lo hiciera antaño.

Los cielos se vestían de un mismo blanco, diminutos copos caían por doquier acariciando cuanto se encontraba bajo los ojos del celeste cielo y, en medio de todo aquello, justo a mis pies, la imagen del pequeño animaito menguaba su color, abandonando su llamativo tono rojizo por uno mucho mas majestuoso, de un gris blanquecino. El que vistieran sus hermanos de especie afincados antaño en las zonas nórdicas, las mismas que parecían acompañarnos.

-Ben..

Susurré clavando mi mirada en el pequeño zorro, tratando de acariciarlo sin posibilidad alguna de hacerlo por el reten que los hielos ejercian sobre mis brazos y mis dedos. Sintiendo como la mera impotencia desprendía de mis ojos las lágrimas que, al contacto con mi tez se convertían en diminutos diamantes de la misma materia que me apresaba sin querer.

Despertando en mi interior una furia incontrolable, logrando que la sensación heladora se acrecentara, cubriendo de nieve el suave pelaje del animal, ante el estupor de mi mirada y la impotencia de poder abrigarlo contra mi pecho.

-Ben!!

Mi voz se elevó traspasando la cualidad del sueño, despertándome en nuestra cueva, empapada de un sudor frío, tan frío como las estalactitas que, de un modo repentino, habían decidido cubrir los techos del que desde el principio, habíamos tomado como nuestro hogar.

Mi corazón galopó con fuerza y mi rostro se ladeo despacio buscando el suyo hasta hallarlo cerca, alargando mi mano, aún cubierta de fina escarcha, dedicándole una caricia suave, sin lograr aún, que mi cuerpo dejara de temblar ante el vivido recuerdo de un frío sueño.

Allí seguía sumido en un profundo sueño, mágico, abrigado por el calor de su amor, que yacía en un sueño no tan bueno, pero a mi lado, podía sentir su respiración agitándose mientras la mía era más suave, mucho más propia de un sueño, pude escuchar mi nombre un instante, un susurro que no me despertaba aún al menos hasta que su voz cambió de tono casi gritando mi nombre sin llegar a un grito pero sí a un tono que despertaría a cualquiera, la yema de sus dedos acudió a mi rostro tratando de encontrarlo, palpándolo cuando en realidad era éste, y yo por mi parte abrí los ojos...

La observé un instante, su tacto helado y ladeé mi rostro, abrazándola mientras las yemas de sus dedos acariciaban la piel de mi rostro con una calidez impropia de la frialdad que transmitía su piel tras aquel mal sueño, o lo que hubiese ocurrido mientras dormíamos ambos.

-Estoy aquí, estoy aquí...

Susurré con mucha suavidad contra su pelo mientras la abrazaba con fuerza tratando de calmarla con mi cercanía, tratando de calmar cualquier dolor, cualquier daño, cualquier susto o maltrago que estuviese en su mente hasta hace unos instantes.

Podía escucharla casi sintiendo el evidente apuro de su voz, como si su corazón se agitase y el miedo se hiciese presente en su cuerpo al sentir los temblores que la recorrían y podía sentir en mi propia piel, mientras su cabeza se ocultaba en mi cuello como si fuese una especie de refugio contra cualquier peligro que nos pudiese acechar.

-Estoy bien... ¿qué pasa? Lo estaré...

Logré susurrar apenas mientras una expresión de susto, algo espeluznante debía de recorrer su mente ahora para que adoptase tal expresión, tal gesto.
La abracé fuerte aún, contra mí, tratando de entenderla, de entender que era aquello que temía, o que le había sucedido en mi profundo sueño.

Susurré con tranquilidad, intentando que se calmase mientras la escarcha helada abandonaba su cuerpo al igual que aquellos temblores, y se dormía en mis brazos, con una expresión más agradable que hace unos instantes... Nos tapé, sabía que ella no podía coger frío, puesto que no lo sentiría, pero... Aún así lo hice, acurrucándola contra mi pecho, tapándola casi hasta poco más arriba de su mentón.
Dedicándome a observarla, y velar su sueño, como si quisiese entrar a protegerla, en su mundo, en su mente, y en el nuestro, en este que nos rodeaba, para estar siempre juntos, como habíamos dicho hace un momento, que cuidaríamos de ambos, aunque ella se hubiese dormido antes de escucharme.

Ella lentamente se despertaba, pareciendo incluso una princesa, abriendo sus párpados con elegancia, y algo de dificultad propia de salir del sueño, sonriendo de un modo cautivadoramente dulce, que me hizo sonreír a mí también.
Tomé aquellas palabras como una especie de pequeño y divertido reproche por haberme quedado en vela para vigilar su sueño, y arroparla en el transcurso de la noche.

Susurro con una pequeña sonrisa de medio lado al sentir de su beso, hasta que su cuerpo subió por el mío, cosa que no me esperaba y ante la que mi sonrisa, y un pequeño rubor se evidenciaron más aún, hizo algo que para mí resultaba extremadamente sexy, llevarse el dedo índice a los labios simulando que pensaba o haciéndolo realmente, aunque no supiese en qué, mientras permanecía sentada sobre mí, tomé aliento.
Reí suavemente mientras la escuchaba y negué con la cabeza hasta que se abrazó contra mí, por entero, dejándome caer con ella abrazada encima de mí, para continuar acariciando su pelo.

Murmuré entre suaves risas contra su oído, para tomar su mentón.

Bromeé sin soltarla, rodeando su espalda con mis fuertes brazos, de un modo totalmente tierno y suave, aspirando su aroma con delicadeza, y dedicándome a observarla un instante, pensativo.

Pregunté dubitativo, acariciando con la punta de mi nariz, su tabique, para depositar un suave beso entre su entrecejo.

La escuché sonriente, mientras la observaba con calidez, hasta que sus labios se posaron de improviso sobre los míos, con ternura, con dulzura, de un modo único... Hasta que se detuvo, apartándose apenas de mí para retomar nuevamente aquel contacto entre risas que ella me contagió.

Negué divertido sonriendo por el mero hecho de que intentaba hacerme cosquillas, y parecía conseguirlo pero no provocando una reacción del mismo nivel que la suya, cae a uno de los lados, rodando pero escapa de aquella especie de curioso abrazo provocado por aquel intento semi-logrado de cosquillas.
Susurré apenas mientras ella parecía huir a gatas hacia la entrada de la cueva, para iniciar su marcha, corriendo hacia la playa e introduciéndose en ésta y fundiéndose con el agua helada, como un bombón se fundía en caramelo caliente, mis ojos no daban crédito, más bien mi cuerpo... Saldría de allí con una hipotermia, bueno... Todo sea por amor.

Sonreí divertido y corrí hacia la orilla con cuidado de no caerme por algunas de las piedras, quedando allí, delante de el mar y sólo separado por éste de Ney, de lo único que me importaba.
Adentré mis pies, con sumo cuidado notando la gelidez del mar chocando... Impactando contra mi piel cálida por el ténue calor que nos cobijó en el interior de aquella cueva.

Exclamé indeciso y dudoso, tomando aire e hinchando mi pecho casi como un soldado, para correr en dirección a algo que parecía hielo líquido, zambulléndome en él... que impregnaba mi cuerpo con su heladez, y sacando al fin la cabeza segundos después para poder respirar al menos, con cierta dificultad...

Allí acudió ella a mi rescate, tomándome por la espalda, y haciéndome voltear a mí mismo en la inmensidad de nuestro glacial público; El mar.
Nadamos, hasta que pudimos caminar sobre la arena, aún mientras el agua nos cubría, iba de espaldas, sin control alguno sobre mí mismo debido a que no me dejaba voltearme, pero, logramos salir a la orilla, sintiendo el agua bajo nuestros pies y recorrer nuestros dedos cuando ésta subía. Me llamó loco, bien... es cierto, lo soy, ella me enloquece.

Me besó en los labios, de un modo dulce, un modo que conocía, y correspondí gustoso a ello, dejándome guiar por el sonido de sus respiración, por el sentir de sus labios, para soltarlos tras un pequeño mordisco, y dedicarse a recorrer mis labios con la yema de sus pulgares, de un modo dulce, y ¿por qué no? extremadamente sexy.

Caí en la arena, básicamente por su culpa, y ella, cayó trás de mí, básicamente por mi culpa... Quedé sobre la arena tendido, y con ella cubriendo mi cuerpo, quedando éste a su merced, hasta que sus labios volvieron a los míos, de un modo más intenso, caluroso y pasional, enredé mis dedos en su pelo con delicadeza, y deseo cuando ésto se produjo, para instantes más tardes acariciarlo suavemente mientras ella separaba sus labios de los míos, dejándome beber de su aliento... Permitiéndome sonreír al escuchar el sonido más hermoso que podría existir: Su voz.


Murmuré apenas, muy bajito contra sus labios como si me sintiese inexplicablemente como un niño por su capacidad de fascinarme cada día de un modo inimaginable, mirándola, acariciando la curva de su barbilla, con la punta de su nariz.


Repetí finalmente, para sonreír de medio lado y entrelazar mis manos a la altura de sus lumbares, dejando que mi cuerpo volviese a su temperatura normal, e incluso excediéndola algo más.