Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
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Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
Había sido un día soleado, pero el crepúsculo se había hecho ya con el cielo que podía ver desde las ventanas de mi laboratorio de La Organización, y la brillante luz anaranjada del sol poniéndose colándose por las rendijas de las persianas metálicas me llamó la atención. Hora de dejar lo que estaba haciendo por el momento (que, dicho sea de paso, tampoco tenía mucho interés. Estaba esperando a que una emulsión reaccionara ante un tejido de mutante, sin mucho éxito), así que me dispuse a realizar la última tarea que tenía pensada para ese día.
Con gesto algo cansado, me quité las gafas y me froté el entrecejo en un gesto pensativo, y me dirigí con paso lento pero determinado a mi despacho de los laboratorios. Abrí la puerta metálica, brillante cual espejo e impoluta como cualquiera de mis pertenencias, y entré en mi despacho, mi querido santuario, esa estancia donde pasaba más tiempo que en cualquier otro, esa habitación que más fácilmente llamaba "hogar".
Se trataba de una habitación más bien grande, de unos 15 metros cuadrados, de paredes pintadas de un blanco impoluto. En la pared que daba a la fachada, había una enorme ventana con una persiana metálica a medio bajar, lo que me permitía ver bien el exterior.
Me senté en mi silla giratoria, de cuero negro, y llamé por el telefonillo.
-Hola, aquí el doctor Kostova. Mandadme al sujeto Armstrong a mi despacho del laboratorio, y rápido, si puede ser. Gracias. -añadí con frialdad al recordar que la convención social decía que tenía que ser educado con quien fuera que se encontraba al otro lado de la línea, a pesar de que yo no tenía ni idea ni me importaba lo más mínimo de quién se tratara.
Me puse a golpetear con mis dedos, finos y de uñas cortas y cuidadas, la mesa de metal mientras miraba algo perdido la puerta que se encontraba frente a mí, esperando a que viniera Ian.
Ay, Ian. Sí, le había llamado mi sujeto, pero era algo más. Era mi pequeño éxito en este caos que era la Tierra ahora mismo, mi pequeño triunfo a pesar de las malas condiciones que teníamos para hacer ciencia de calidad. Y sí, lo reconozco, le tenía especial aprecio, bastante más que a varios humanos que conocía.
Finalmente, la puerta ante mí se abrió con un leve chirrido que me hizo salir de mis pensamientos rebuscados y también me hizo fruncir levemente el ceño. Mañana mismo llamaría para que me engrasaran esas bisagras.
Sonreí al ver a mi creación ante mí.
-Bienvenido, Ian. -le señalé con la cabeza una silla ante mi escritorio. -Por favor, ponte cómodo. Necesito hablar contigo. -le dije en ese tono afable tan poco usual en mí. Ese mismo tono que usaba por ejemplo con Irina.
Con gesto algo cansado, me quité las gafas y me froté el entrecejo en un gesto pensativo, y me dirigí con paso lento pero determinado a mi despacho de los laboratorios. Abrí la puerta metálica, brillante cual espejo e impoluta como cualquiera de mis pertenencias, y entré en mi despacho, mi querido santuario, esa estancia donde pasaba más tiempo que en cualquier otro, esa habitación que más fácilmente llamaba "hogar".
Se trataba de una habitación más bien grande, de unos 15 metros cuadrados, de paredes pintadas de un blanco impoluto. En la pared que daba a la fachada, había una enorme ventana con una persiana metálica a medio bajar, lo que me permitía ver bien el exterior.
Me senté en mi silla giratoria, de cuero negro, y llamé por el telefonillo.
-Hola, aquí el doctor Kostova. Mandadme al sujeto Armstrong a mi despacho del laboratorio, y rápido, si puede ser. Gracias. -añadí con frialdad al recordar que la convención social decía que tenía que ser educado con quien fuera que se encontraba al otro lado de la línea, a pesar de que yo no tenía ni idea ni me importaba lo más mínimo de quién se tratara.
Me puse a golpetear con mis dedos, finos y de uñas cortas y cuidadas, la mesa de metal mientras miraba algo perdido la puerta que se encontraba frente a mí, esperando a que viniera Ian.
Ay, Ian. Sí, le había llamado mi sujeto, pero era algo más. Era mi pequeño éxito en este caos que era la Tierra ahora mismo, mi pequeño triunfo a pesar de las malas condiciones que teníamos para hacer ciencia de calidad. Y sí, lo reconozco, le tenía especial aprecio, bastante más que a varios humanos que conocía.
Finalmente, la puerta ante mí se abrió con un leve chirrido que me hizo salir de mis pensamientos rebuscados y también me hizo fruncir levemente el ceño. Mañana mismo llamaría para que me engrasaran esas bisagras.
Sonreí al ver a mi creación ante mí.
-Bienvenido, Ian. -le señalé con la cabeza una silla ante mi escritorio. -Por favor, ponte cómodo. Necesito hablar contigo. -le dije en ese tono afable tan poco usual en mí. Ese mismo tono que usaba por ejemplo con Irina.
Mikhail KostovaLíder de La Organización - Cantidad de envíos : 689
Fecha de inscripción : 21/12/2009
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(6/10)
Re: Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
Justo se hubo abierto la puerta, cuando se escucharon dos limpios pero poderosos pasos seguidos por el sonido de unas cadenas. El silencio se había hecho presente en el lugar para dar paso a las palabras del Sr. Kostova, quien le estaba invitando nada más y nada menos a tomar asiento para decirle algunas palabras importantes.
El semblante de Ian no tenía ningun tipo de expresión alguna. Cualquier persona que pudiese verlo pensaría que estaba muerto en vida debido a esto. Era como si ningun tipo de palabra o actuación pudiera penetrar en el ser de aquel hombre para sacarle si quiera una sonrisa. Sus ojos, sin embargo, mostraban una gran frialdad. Pero aquella frialdad no parecía ir dirigida hacia nadie en específico. Era como si tan solo fuera una parte natural de su mirada.
Sus vestimentas esta vez eran las del típico rockero gótico. Unas botas altas que lucían sumamente pesadas, las responsables de haber hecho aquel sonido al entrar al cuarto. Una larga capucha negra con muchas cadenas en su cintura. Aquellas cadenas que pasaban de un lado a otro de forma diagonal o que simplemente quedaban colgando a los laterales de sus vestimentas. En sus muñecas unas pulseras con picos. Esta vez había decidido por vestir completamente de negro.
-Por favor, ponte cómodo. Necesito hablar contigo.
Pasó su brazo frente a su pecho e hizo una especie de reverencia leve como señal de respeto. Caminó entonces hacia la silla donde le había señalado y ahí tomó asiento, cruzando su pierna sobre la otra y entrelazando los dedos de sus manos para verle fijamente a los ojos.
-Ordene usted, mi señor. - Breves y sencillas palabras como señal de respeto, dejandole saber que estaba a su completa disposición para realizar con exito cualquier tipo de misión que se le fuera ordenada.
El semblante de Ian no tenía ningun tipo de expresión alguna. Cualquier persona que pudiese verlo pensaría que estaba muerto en vida debido a esto. Era como si ningun tipo de palabra o actuación pudiera penetrar en el ser de aquel hombre para sacarle si quiera una sonrisa. Sus ojos, sin embargo, mostraban una gran frialdad. Pero aquella frialdad no parecía ir dirigida hacia nadie en específico. Era como si tan solo fuera una parte natural de su mirada.
Sus vestimentas esta vez eran las del típico rockero gótico. Unas botas altas que lucían sumamente pesadas, las responsables de haber hecho aquel sonido al entrar al cuarto. Una larga capucha negra con muchas cadenas en su cintura. Aquellas cadenas que pasaban de un lado a otro de forma diagonal o que simplemente quedaban colgando a los laterales de sus vestimentas. En sus muñecas unas pulseras con picos. Esta vez había decidido por vestir completamente de negro.
-Por favor, ponte cómodo. Necesito hablar contigo.
Pasó su brazo frente a su pecho e hizo una especie de reverencia leve como señal de respeto. Caminó entonces hacia la silla donde le había señalado y ahí tomó asiento, cruzando su pierna sobre la otra y entrelazando los dedos de sus manos para verle fijamente a los ojos.
-Ordene usted, mi señor. - Breves y sencillas palabras como señal de respeto, dejandole saber que estaba a su completa disposición para realizar con exito cualquier tipo de misión que se le fuera ordenada.
Ian ArmstrongMiembro de La Organización - Cantidad de envíos : 13
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(7/10)
Re: Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
Miré con interés y algo de descaro, lo reconozco, el aspecto de Ian. Siempre llevaba ropa curiosa, que denotaba su necesidad de parecer peligroso, duro e inaccesible, y su atuendo de ese día no era una excepción.
Correspondí a su reverencia y a su respetuosa atención con un leve gesto con la cabeza, y aguardé a que se sentara. Mi Ian, siempre tan obediente, siempre tan educado.
Una pequeñísima sonrisa curvó mis labios finos y normalmente tiesos en un rictus.
-Me alegra verte, muchacho, tienes buen aspecto. En fin. -cogí los papeles que tenía encima de la mesa para revisar todo lo que tenía que decirle, y después de hojearlos muy brevemente los dejé de nuevo sobre mi escritorio. -Te preguntarás por qué te he hecho llamar, así que iré al grano. -mi pequeño atisbo de sonrisa se extendió unos escasos milímetros más.
-El caso es que me alegra anunciarte que el gran día ha llegado. Ha llegado el momento de que cumplas tu cometido, la misión para la cual te hemos estado preparando todo este tiempo. -tomé aire. Reconozco que normalmente no me gusta hacer discursos grandilocuentes, pero si la misión de Ian era realizada correctamente, sería un importante paso hacia nuestra victoria en esa guerra.
Finalmente, lo solté.
-Ha llegado el momento de que decidas quién ganará la guerra. Debes matar a Lilith. -pronuncié esas palabras con algo de lentitud, pronunciando bien cada sílaba, para que no diera lugar a ningún error.
Esperé unos segundos, y me expliqué un poco.
-Nuestros investigadores sobre el terreno han averiguado la zona donde estará ubicada la sede de Ragnarök. Tu misión será infiltrarte ahí, uniéndote a sus filas y haciéndoles creer que crees en sus ideales, para hacerte lo más cercano posible a Lilith. -pronuncié el nombre de esa mujer como si escupiera veneno. Y es que eso era esa mutante. No era más que ponzoña, material de deshecho que debía ser eliminado.
Volví a centrarme en la conversación, sacudí la cabeza un momento y me quité las gafas para limpiar los cristales con un pequeño pañuelo.
-Me da igual como lo hagas. Hazte su amigo, su novio, su juguete, su esclavo. Me da igual los métodos que elijas. El caso es que debes matarla. -terminé con mis gafas y las devolví a su sitio, mi nariz. -Una vez muerta, Ragnarök habrá perdido su cabeza y guía, y será vulnerable. Será nuestro momento de atacar antes de que la serpiente consiga una nueva cabeza. -suspiré.
-¿Lo has comprendido? -pregunté, antes de seguir con otros detalles mucho más sutiles de su misión.
Correspondí a su reverencia y a su respetuosa atención con un leve gesto con la cabeza, y aguardé a que se sentara. Mi Ian, siempre tan obediente, siempre tan educado.
Una pequeñísima sonrisa curvó mis labios finos y normalmente tiesos en un rictus.
-Me alegra verte, muchacho, tienes buen aspecto. En fin. -cogí los papeles que tenía encima de la mesa para revisar todo lo que tenía que decirle, y después de hojearlos muy brevemente los dejé de nuevo sobre mi escritorio. -Te preguntarás por qué te he hecho llamar, así que iré al grano. -mi pequeño atisbo de sonrisa se extendió unos escasos milímetros más.
-El caso es que me alegra anunciarte que el gran día ha llegado. Ha llegado el momento de que cumplas tu cometido, la misión para la cual te hemos estado preparando todo este tiempo. -tomé aire. Reconozco que normalmente no me gusta hacer discursos grandilocuentes, pero si la misión de Ian era realizada correctamente, sería un importante paso hacia nuestra victoria en esa guerra.
Finalmente, lo solté.
-Ha llegado el momento de que decidas quién ganará la guerra. Debes matar a Lilith. -pronuncié esas palabras con algo de lentitud, pronunciando bien cada sílaba, para que no diera lugar a ningún error.
Esperé unos segundos, y me expliqué un poco.
-Nuestros investigadores sobre el terreno han averiguado la zona donde estará ubicada la sede de Ragnarök. Tu misión será infiltrarte ahí, uniéndote a sus filas y haciéndoles creer que crees en sus ideales, para hacerte lo más cercano posible a Lilith. -pronuncié el nombre de esa mujer como si escupiera veneno. Y es que eso era esa mutante. No era más que ponzoña, material de deshecho que debía ser eliminado.
Volví a centrarme en la conversación, sacudí la cabeza un momento y me quité las gafas para limpiar los cristales con un pequeño pañuelo.
-Me da igual como lo hagas. Hazte su amigo, su novio, su juguete, su esclavo. Me da igual los métodos que elijas. El caso es que debes matarla. -terminé con mis gafas y las devolví a su sitio, mi nariz. -Una vez muerta, Ragnarök habrá perdido su cabeza y guía, y será vulnerable. Será nuestro momento de atacar antes de que la serpiente consiga una nueva cabeza. -suspiré.
-¿Lo has comprendido? -pregunté, antes de seguir con otros detalles mucho más sutiles de su misión.
Mikhail KostovaLíder de La Organización - Cantidad de envíos : 689
Fecha de inscripción : 21/12/2009
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(6/10)
Re: Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
- Spoiler:
- Off: Lamento la tardanza.
Aquel ser se mantenía sentado en la silla con su pierna cruzada sobre la otra y los dedos de sus manos entrelazados entre si. Su rostro era frío, vacío, pero muy atento a lo que le estaba hablando su nuevo amo, su supervisor, aquel que había dado la vida por el, a comparación de aquellas ratas que se supone que eran sus aliados. Aquellos malditos mutantes que le dieron la espalda.
Y ahora estaba el, allí sentado, hablándole sobre su nueva misión, la cual consistía nada más y nada menos que matar a esa zorra desgraciada, líder de aquella cuartilla de fenómenos asquerosos. Aquella mujer, la que se supone que lo hubiera acogido en sus brazos, la que se supone que lo hubiera defendido, la que se supone que luchaba por todos por igual, la supuesta líder que no hizo absolutamente nada.
- Spoiler:
- Off: La imagen representa la pose que tiene en sus manos.
Ian no sabía con certeza si ella sabía o no de su existencia, pero en el pasado dentro, muy dentro de el esperaba que hubiera un mutante capaz de entenderlo, capaz de defenderlo, pero nadie hizo nada. Y por eso la culpa ahora estaba cayendo sobre Lilith. Ella, la supuesta líder, no tenía control sobre los mutantes como se supone que debía tenerlo. Y no estamos hablando de control para controlar sus acciones, sino un control para que entre todos ellos vivieran en paz... incluyendolo a el cuando tuvo oportunidad de estar con ellos.
Pero el denegador de poderes ahora haría trizas los sueños de toda aquella basura. "Matar a Lilith". Esas palabras dichas por su salvador eran las unicas que resonaban en su mente una y otra vez a medida que el seguía hablando. La misión ya estaba clara, puesta sobre la mesa y era muy clara. A el no le importaban los métodos utilizados, no le importaba nada. Solo quería que "matara a Lilith" y punto.
Así que ahora tendría que ir con los investigadores de Ragnarök al terreno de la escoria, infiltrarse, unirse a sus tropas, ser igual a ellos, creer en sus ideales, y socializar con Lilith. Cada una de esas palabras ya estaba maquinando por su mente, lo cual significaba que estaba buscando algun tipo de estrategia. Aunque...
-¿Lo has comprendido?
Aquellas palabras interrumpieron sus pensamientos. El joven pelicastaño subió la mirada para verle fijo a los ojos.
-Si, mi señor. - Fue lo que respondió para darle a entender que su plan lo haría tal y cual lo dijo. -Algunas preguntas más. - Guardó silencio por unos momentos. -¿Cómo se enterará usted de la muerte de Lilith, y cuál será nuestra siguiente movida después de que consigamos su cabeza? ¿Masacrarlos a todos?
La primera pregunta iba dirigida para saber si tendría algun tipo de cámara en sus vestimentas, guerreros del gran Ragnarök espiandolo todo, o si tenía que ser el mismo quien se reportara con las buenas noticias. La segunda pregunta, bueno... No había ni que discutir por la cual había sido hecha. La preguntaba puesto que seguramente aquellas personas estarían bien organizadas y tendrían el próximo sucesor a líder, otro maldito gusano que los guiara. Luego podrían hacer dos cosas: O masacrarlos, o tomarlos como esclavos. ¿Cuál de las dos mejor? Que el decidiera.
Ian ArmstrongMiembro de La Organización - Cantidad de envíos : 13
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Re: Ven a mí, mi creación (Ian Armstrong)
Off: Don't worry, yo tampoco he estado estos días igualmente.
Aguardé a que mi pequeño orgullo personal asimilara todo lo que le decía, que no fue demasiado, pues por suerte, mi querido experimento era, además de poderoso, lo bastante inteligente como para tenerme tranquilo, y asentí con satisfacción cuando Ian asintió.
Se le veía tan seguro, tan dispuesto, que iba a preguntarle si tenía alguna duda, pero el propio Ian las formuló. Sí, estaba satisfecho. Y es que tal vez era mi criatura y mi subordinado, pero también tenía su iniciativa, se notaba que él tenía tantas ganas de terminar con ésa guerra absurda como yo, lo cual resultaba un alivio. Realmente, sentía más que orgullo hacia ese mutante, ¿quién lo hubiera dicho? Era mi cosita, esa persona que debía proteger de todo lo posible, y por el cual haría lo posible que me pidiera. Era más que simpatía, era un sentimiento diferente.
Me hice gracia a mí mismo. “¿Será eso lo que sienten los padres orgullosos de sus hijos?” me pregunté a mí mismo medio con sorna medio en serio.
Escuché atentamente las dudas que tenía, y asentí. Sí, el método mediante el cual estaríamos en contacto era algo importante que aclarar.
-Buena pregunta, Ian. Cómo estaremos en contacto. Es sencillo. Supongo que sabrás que los científicos del área de telecomunicaciones de La Organización desarrollaron hace tiempo unos dispositivos de contacto por radio, parecidos a walkie-talkies, aunque de alcance mucho mayor, y cuya frecuencia es inlocalizable, de forma que nadie puede acceder a esa frecuencia si no la conoce. -saqué mi cacharro, pequeño, cuadrado y plateado, con una pequeña pero gruesa antena negra sobresaliendo de una esquina del aparato. -...tal que estos, aunque este sea un modelo algo viejo. En fin, todos los miembros de La Organización tenemos uno, y por supuesto, tú no serás menos. -sonreí levemente con esa frialdad tan característica en mí.
-Supongo que me dirás lo que yo mismo pensé: “ese cacharro es demasiado vistoso, como me infiltre y me lo pille algún mutante de Ragnarök, estoy muerto”. Sí, eso es cierto, así que mandé a mis chicos que se pusieran manos a la obra, y te hemos hecho un modelo que pasará desapercibido a cualquiera que no sepa que es. -busqué en el cajón del escritorio del despacho, y le tendí el prototipo a Ian. Se trataba de un diminuto aparato, del tamaño de una moneda, con un botón casi invisible en el centro, completamente negro. Mi pequeña sonrisa de orgullo se extendió un poco más, orgulloso de mis “cerebritos”, tal y como los llamaba Dylan despectivamente siempre que tenía posibilidad.
-Este chisme hace exactamente lo mismo. Apretar el botón, realiza la conexión, volver a pulsarlo la corta. La gracia es que, por el lado que no tiene botón, puedes pegarlo directamente a tu piel o a tu ropa, de forma que puedes llevarlo encima sin miedo a que te lo encuentren en un cacheo. Como puedes ver, es casi plano. -comenté. -Este no funciona, es sólo una maqueta. El bueno lo tenemos en el laboratorio, luego te daré un paquete con algunas cosillas de tu utilidad.
-E imagino que tu otra preocupación es evidente. Qué haremos nosotros después de que termines con Lilith. -hice un gesto tranquilizador con la mano. -No te preocupes, iremos a por ti, eso tenlo por seguro. En cuanto a cómo será el ataque a la sede de Ragnarök, aún no lo tenemos claro. Si bien acabar con todos sería lo más prudente, nunca se sabe si puede haber algún mutante con poderes interesantes para estudiar, o útiles que usar en la ciudad humana que acabamos de construir, por lo que tal vez lo más probable es que simplemente los capturemos. -su rostro se iluminó al pensar en esa posibilidad, normalmente no tenía muchas posibilidades de experimentar con mutantes vivos. Finalmente, cedió. -Deberemos discutirlo con el señor Black y con el señor Viatella.
Aguardé a que mi pequeño orgullo personal asimilara todo lo que le decía, que no fue demasiado, pues por suerte, mi querido experimento era, además de poderoso, lo bastante inteligente como para tenerme tranquilo, y asentí con satisfacción cuando Ian asintió.
Se le veía tan seguro, tan dispuesto, que iba a preguntarle si tenía alguna duda, pero el propio Ian las formuló. Sí, estaba satisfecho. Y es que tal vez era mi criatura y mi subordinado, pero también tenía su iniciativa, se notaba que él tenía tantas ganas de terminar con ésa guerra absurda como yo, lo cual resultaba un alivio. Realmente, sentía más que orgullo hacia ese mutante, ¿quién lo hubiera dicho? Era mi cosita, esa persona que debía proteger de todo lo posible, y por el cual haría lo posible que me pidiera. Era más que simpatía, era un sentimiento diferente.
Me hice gracia a mí mismo. “¿Será eso lo que sienten los padres orgullosos de sus hijos?” me pregunté a mí mismo medio con sorna medio en serio.
Escuché atentamente las dudas que tenía, y asentí. Sí, el método mediante el cual estaríamos en contacto era algo importante que aclarar.
-Buena pregunta, Ian. Cómo estaremos en contacto. Es sencillo. Supongo que sabrás que los científicos del área de telecomunicaciones de La Organización desarrollaron hace tiempo unos dispositivos de contacto por radio, parecidos a walkie-talkies, aunque de alcance mucho mayor, y cuya frecuencia es inlocalizable, de forma que nadie puede acceder a esa frecuencia si no la conoce. -saqué mi cacharro, pequeño, cuadrado y plateado, con una pequeña pero gruesa antena negra sobresaliendo de una esquina del aparato. -...tal que estos, aunque este sea un modelo algo viejo. En fin, todos los miembros de La Organización tenemos uno, y por supuesto, tú no serás menos. -sonreí levemente con esa frialdad tan característica en mí.
-Supongo que me dirás lo que yo mismo pensé: “ese cacharro es demasiado vistoso, como me infiltre y me lo pille algún mutante de Ragnarök, estoy muerto”. Sí, eso es cierto, así que mandé a mis chicos que se pusieran manos a la obra, y te hemos hecho un modelo que pasará desapercibido a cualquiera que no sepa que es. -busqué en el cajón del escritorio del despacho, y le tendí el prototipo a Ian. Se trataba de un diminuto aparato, del tamaño de una moneda, con un botón casi invisible en el centro, completamente negro. Mi pequeña sonrisa de orgullo se extendió un poco más, orgulloso de mis “cerebritos”, tal y como los llamaba Dylan despectivamente siempre que tenía posibilidad.
-Este chisme hace exactamente lo mismo. Apretar el botón, realiza la conexión, volver a pulsarlo la corta. La gracia es que, por el lado que no tiene botón, puedes pegarlo directamente a tu piel o a tu ropa, de forma que puedes llevarlo encima sin miedo a que te lo encuentren en un cacheo. Como puedes ver, es casi plano. -comenté. -Este no funciona, es sólo una maqueta. El bueno lo tenemos en el laboratorio, luego te daré un paquete con algunas cosillas de tu utilidad.
-E imagino que tu otra preocupación es evidente. Qué haremos nosotros después de que termines con Lilith. -hice un gesto tranquilizador con la mano. -No te preocupes, iremos a por ti, eso tenlo por seguro. En cuanto a cómo será el ataque a la sede de Ragnarök, aún no lo tenemos claro. Si bien acabar con todos sería lo más prudente, nunca se sabe si puede haber algún mutante con poderes interesantes para estudiar, o útiles que usar en la ciudad humana que acabamos de construir, por lo que tal vez lo más probable es que simplemente los capturemos. -su rostro se iluminó al pensar en esa posibilidad, normalmente no tenía muchas posibilidades de experimentar con mutantes vivos. Finalmente, cedió. -Deberemos discutirlo con el señor Black y con el señor Viatella.
Mikhail KostovaLíder de La Organización - Cantidad de envíos : 689
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