Bienvenida [Ivayne]

Escuchó en su mente el aviso del actual recepcionista, al parecer ya había llegado el nuevo integrante que habían reclutado para Ragnarök y ahora le tocaba al él hacer su trabajo. Salió de la sala de entrenamientos en la que estaba dando lecciones a otro joven mutante que compartía su poder y se dirigido hacia la entrada, no sin antes encargarle al mutante que realizara diez tablas en su ausencia.

Dobló la cabeza para pasar por el arco en el cual finalizaba el pasillo y, cuando finalmente llegó a la entrada y vio a la nueva recluta se dio cuenta de que la conocía. Por supuesto, aquella era la elementalista de fuego que se había encontrado en las llanuras heladas durante su expedición con Skyler, hacía ya una semana. Le resultó curioso pero se acercó a ella con naturalidad.

-Así que eres tú la nueva recluta. ¿Ivayne es tu nombre, es así? -dijo con su habitual y metálico tono de voz. Cualquier otra persona, como por ejemplo William, se habría echado a reír por aquella casualidad pero Max no era ese tipo de hombre; no al menos frente a los desconocidos-. Según el informe de Enid, tu reclutadora, tienes un buen control de tu poder y eres bastante fuerte. No me lo creería si no lo hubiera visto con mis propios ojos, pero aun y eso tienes que pasar por el entrenamiento.

Se cruzó de brazos y con aquel gesto se le tensaron los bíceps de acero, aportándole una apariencia aún más imponente. Prosiguió a explicarle lo que iba a hacer con él, a continuación:

-Responde, ¿sabes defenderte? ¿Conoces algún tipo de lucha? Eso es lo que comprobaremos y entrenaremos antes de que puedas llamarte miembro de Ragnarök, de lo contrario no durarás ni tres días en esta guerra -Asintió con la cabeza, era la pura y dura verdad.

Max Willer asintió con la cabeza a la respuesta que le dio Ivayne, como analizando mentalmente a la elementalista y haciéndose una estadística de lo que podría esperar de ella y lo que debería entrenar más especialmente. El mutante sabía de aquel tema, no en vano llevaba des del principio ocupándose de los nuevos reclutas y sus conocimientos militares de antes del fin del mundo eran más que extensos e incuestionables; definitivamente Max había sido y siempre sería un militar.

-Lo que esperaba, es lo más común -expresó casi más para si mismo que para ella-. Sabes defenderte pero como se defiende un oso o un lobo cuando lo atacan: lo haces por instinto y, no me malinterpretes, eso es bueno -mucho más que no hacer nada-. Pero no vas a encontrarte con otros lobos u osos, sino con humanos que se han entrenado. Ellos no tienen nuestras ventajas así que no les queda otra que las armas y la lucha -meditó con su voz de acero-. Aquí aprenderás a defenderte de ello y a atacar, aprenderás a explotar tus ventajas en tu favor.

Separó sus paso y se giró hacia el mutante de la recepción para decirle dos palabras rápidas apenas audibles, podría haber dejado que lo leyera en su mente pero Max aborrecía que se la espiasen y la tenía cerrada siempre que podía. A continuación se volvió hacia Ivayne.

-Sígueme, empezamos -la avisó dirigiéndose hacia la otra puerta que había en la entrada, situada a la derecha.