En la soledad de los páramos [Libre]

Caminaba sin rumbo fijo ni destino predeterminado. Era uno de esos días en los que la soledad se convertía en su mejor compañía puesto que el hecho de estar siempre rodeado de gente, a veces, le molestaba. No podía quejarse de la compañía de su pequeña hija, pero habían momentos en que necesitaba su propio tiempo… y espacio, que necesitaba pensar en qué era lo que estaba haciendo y si, en efecto, lo que hacía era lo correcto.

Frederick suspiró, haciendo que sus pasos fuesen más lentos de lo que ya estaban siendo y continuó caminando distraídamente sin preocuparse de con qué o quién se encontraba en el camino. Su mente estaba llena de preguntas sin respuestas, respuestas que pensaba encontrar a como dé lugar ya que como buen científico que era, sin ellas se sentía algo vacío y si era sincero consigo mismo, también se sentía desprotegido. Una leve brisa acarició su rostro y de inmediato en él se visualizó un evidente gesto de desagrado. Aire caliente, lo odiaba. Quizá habría sido mejor idea quedarse en el laboratorio o en su habitación, un lugar con las comodidades que proveía la modernidad que no se había extinguido como el resto de la humanidad y que el aire acondicionado le brindaba.

Una voz le sacó de sus pensamientos por lo que detuvo sus pasos y observó a la poseedora de ésta. No le había visto antes, no que él tuviese capacidad de recordar. O quizá sí, tenía la mente en otro lado y el sol daba directo en sus ojos, por lo que no podía reconocer bien a la persona en cuestión. -Tranquila, no voy a hacerte daño- últimamente la paranoia se había apoderado de cada habitante de la tierra, así que eso fue lo primero que escapó de sus labios.

Los ojos de la chica se encontraron con los suyos y de inmediato, le dedicó una pequeña sonrisa, símbolo de paz. Jamás había sido su intención interrumpirle, es más, no tenía la más mínima idea de cómo había llegado hasta su lado. Le observó por un par de segundos, con la mirada fija y casi sin pestañear hasta que sus palabras le hicieron sonreír aún más. [i]Inocente]/i] pensó. Claramente si hubiese querido hacerle daño, ya lo habría hecho, sin siquiera musitar media palabra y sin esperar a que pasaran más que un par de segundos. Pero no era así, ni sería así jamás pues el chico tenía una naturaleza bastante pacifica, aunque claro, se defendía a la perfección en caso de que alguien le hiciera algo a él o a los suyos, de eso no había duda alguna.

-Porque…- dijo con aire pensativo antes de comenzar a caminar hacia ella. Dando tan solo un par de pasos se acercó lo suficiente como para quedar a su lado y se inclinó un poco, quedando después en cuclillas justo enfrente de ella. -Si hubiese querido hacerlo, ya estarías probablemente… muerta….- aseguró, como si fuese lo más normal del mundo antes de humedecer sus labios con su lengua, estaban demasiado resecos para su gusto. Maldito calor. -Así que, como dije, no tienes nada que temer- le sonrió otra vez.

No sintió la presencia de la nueva persona que se les había unido hasta que, nuevamente, sintió una voz lo suficientemente cerca como para percibir que era una chica, justo tras él. Giró la cabeza y le miró con curiosidad antes de entrecerrar los ojos debido al sol. -Hola- le saludo algo extrañado. ¿No se suponía que en aquel lugar nunca había nadie deambulando?.

Le observó durante unos instantes, intentando descifrar que era lo que pasaría por el cerebro de ella pero, lamentablemente, no tenía la capacidad de leer mentes y probablemente no la tendría jamás así que dejó de perder el tiempo en vano y volvió a erguirse, llevando una de sus manos a la altura de sus cejas para poder ver mejor con la escaza sombra que éstas le daban a sus ojos. -¿Devorador de niños?- no pudo evitar que se le escapara una carcajada. A lo largo de sus veintiocho años le habían llamado de bastantes maneras, unas peores que otras pero la que ella había mencionado era completamente más original que las otras y eso le causó bastante gracia. -No es lo que pretendo, así que despreocúpate- se encogió de hombros algo despreocupado.

Giró su cabeza hacia la otra chica y ahora si pudo reconocerle ¿Cómo no si su cabello era bastante llamativo e imposible de olvidar? Le sonrió y dio un par de pasos hacia ella. -No te había reconocido- le saludó amablemente antes de responder la pregunta que anteriormente había hecho la castaña. -Frederick, un placer conocerte- iba a continuar hablando de no ser porque alguien más apareció. Nuevamente aquel pensamiento de que el lugar, al menos le habían dicho eso, era perfecto para pasar un rato a solas, le invadió al ver que tenían más compañía. -¡hombre! ¿nos pusimos de acuerdo o qué?- bromeó al ver a Dennis, acercándose a él para darle un par de palmadas en el hombro a modo de saludo. -¿Y a ti que te trae por aquí?- le preguntó a su amigo.