Seize the night {Sarah}

No sabía por qué había salido de la ciudad a esas horas. Necesitaba algo de soledad. Sí, era eso. Había dejado a Frederick con Alice, pero no le había dicho dónde iba. Tan solo que iba a dar una vuelta. Si le hubiera dicho dónde iba a ir no le hubiera dejado. O al menos no sola. Ya había ido con él varias veces hasta allí, para liberarse un poco de la rutina que les rodeaba. La ciudad, a pesar de ser nueva, aburría. Y no había nada bonito como lo eran las costas que en esos instantes sus pies estaban pisando.

Antes del fin del mundo su lugar favorito era ése. Pese a no gustarle demasiado nadar sí que disfrutaba con un baño salado y relajado en las aguas del mar. Todavía le gustaba aquel lugar, pese a no ser igual que antes. Todo era diferente, y vagar por allí tenía sus peligros. Podría encontrarse con cualquier mutante, cosa que no deseaba. En cierto modo los odiaba, no conseguía comprender por qué en lugar de haber muerto se habían convertido en seres extraños, con dones incluso. Lo de los dones se llevaba el colmo. Eran una aberración para la humanidad. Simplemente, no podían existir como tal. A veces se paraba a pensar en el pasado, en cómo serían las cosas en la actualidad su vida si el fin del mundo no hubiera llegado. Alice estaría con Frederick, y ella estaría sola. Absolutamente sola, porque la compañía de James no contaba demasiado teniendo en cuenta que en realidad se odiaban. Sarah no quería pensar en ello. Era feliz como estaba, y con eso bastaba. O al menos se había autoconvencido de ello.

Caminaba lentamente, sin fijarse demasiado en lo que había a su alrededor. Quería descansar totalmente por una noche. El sol se estaba poniendo, y la marea comenzaba a subir. Las olas se movían con armonía, y el sonido que producían era absolutamente relajador. Sarah se detuvo unos instantes, recogiendo su pelo hacia un lado, mientras que miraba en dirección al sol. No era dañino mirarlo a esas horas, puesto que ya apenas iluminaba. Continuó caminando tranquilamente hasta que escuchó una voz que la alertó. Por Dios, adiós a su tranquilidad. Buscó con la mirada el lugar de donde procedía la voz, sin encontrar a nadie por allí. Sabía que estaba buscando a una mujer, porque el timbre de su voz le había indicado que era éso. Una mujer.
—No es necesario que me busques, mi intención no es esconderme —dijo. Sabía que podía ser cualquier mutante, pero decidió arriesgarse. Sentía demasiada curiosidad como para huir y quedarse con las ganas de saber quién había detrás de aquel timbre de voz.

April se removió inquieta esperando una señal de vida. Cuando oyó a una mujer hablar, se paralizó de inmediato. ¿Una humana por allí? No es que no se lo esperase, se suponía que los humanos guardaban aquél lugar como un santuario, pero April poseía el don de no parecer una mutante. No había nada en ella que indicase que ella fuese diferente a los que una vez pudo llamar hermanos, como poco.
Pero esa vez April también temía por ella. Si bien había despistado a algunos humanos, cualquiera con un poco de ojo se daría cuenta de que ella tenía la ropa más sucia de lo normal. No demasiado, pues April había atacado a un humano un poco tonto que salió de la ciudad solo armado con una pistola que no sabía usar (estúpido); y la mutante aprovechó la ocasión para vestirse de una manera más “humana”. Lo único que fallaba era la talla de la ropa -bastante más grande-.

Negó con la cabeza y se acercó hasta el lugar desde donde la voz había hablado.
La vio. Justo delante de ella, una mujer solo un poco más mayor que April esperaba de pie. Eso la extrañó, pues cualquier humano hubiese huido.
No sabía qué hacer. ¿Saludar? ¿Empujarla con una ráfaga de viento? ¿”Matarla”?
No, al menos la última no. La de la ráfaga de viento... solo si la cosa se ponía muy fea.
Bien, sólo quedaba lo de saludar.
“Hola, soy una mutante que se ha colado en el Lago y que quiere comerte”.
Vale, la última parte era solo para ver su reacción, pero bien que podría decírselo.
-Emmm hola -bien, bien, un comienzo original-, me llamo April -hizo una pausa-. Esto... ¿y tú cómo te llamas?
Sí, un comienzo muy original, April; se reprochó a sí misma.

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Off: No te preocupes, ya lo leí :3 De todos modos, gracias por preocuparte (;

Y su intuición no le falló, como de costumbre. Aunque aquella vez no había sido difícil de averiguar. Era una mujer. Salió de entre los matorrales entre los que estaba escondida, acercándose hasta llegar a donde se encontraba Sarah. Ésta se fijó en que la ropa de la chica no era demasiado... ¿apropiada? Se veía que le estaba grande, al menos sería un par de tallas más de la que necesitaba la chica. Además, estaba algo sucia. Pelirroja, con unos ojos cuyo color no podía ver bien puesto que la luz comenzaba a escasear, y con apariencia de ser unos años más joven que ella. Con solo eso supo que no era como ella. ¿Sería una mutante? Probablemente. Sarah no podía estar completamente segura, obviamente, pero se atrevería a apostar que así era. No tenía miedo... ¿O sí? No, Sarah no era de las que tienen miedo con facilidad. Además, la chica tenía apariencia inofensiva. Otra cosa es que lo fuera, claro.

Sarah no sabía como reaccionar. ¿Le seguía el juego y le saludaba? ¿Se iba? No sabía qué sería mejor o peor, pero no podía quedarse quieta y callada, como estaba. La pregunta de la chica y la presentación que hizo -¿y a Sarah qué narices le importaba el nombre de aquella chica?- le pillaron totalmente desprevenida. Se cruzó de brazos, con las piernas colocadas en una posición que le permitirían salir corriendo de allí fácilmente si así lo requería la situación. No quería que la chica -April- viera que en cierto modo, tenía miedo. Ella era fuerte, y nadie podía ver sus debilidades. Por lo tanto, hizo que su posición pareciera natural, aunque en realidad todos sus músculos se habían tensado y estaban alertas ante cualquier estímulo amenazador procedente de la chica.

—No te importa cómo me llame o me deje de llamar —no pudo dejárselo más claro. Fue directa al grano, sin rodeos. Actuó exactamente como lo hubiera hecho con cualquier otro desconocido. Como realmente era. No le gustaba dar informaciones que no incumbían a los demás, y más siendo una completa desconocida, además de posible mutante. Aunque fuera algo totalmente insignificante como su nombre. No se lo daría y punto. Tal vez April hubiera esperado algo más agradable como un «Ah, hola, yo soy Sarah.», pero la palabra agradable no era precisamente la que definía a la chica. Cuando tenían prohibido salir de la ciudad era por algo. Podían encontrarse con cualquier mutante por ahí, y a saber con qué intenciones. Con los brazos todavía cruzados y una mirada amenazante dirigida a la pelirroja comenzó a caminar hacia el lado por el que había venido, con paso ligero, sin detenerse ni un instante. Quería volver con Frederick y Alice sana y salva, y prefería no saber si April era o no una mutante.