Luz de luna (Lucy + libre)

Llevaba las manos metidas en los bolsillos, un gran chaquetón que me protegía de las temperaturas glaciares que hacía en el exterior de las naves, unos vaqueros de pana y un jersey algo ajustado. Bajo el chaquetón y amarradas a mi cinturón había un par de pistolas y una porra. Me gustaban las porras porque le daban un punto cómico a mi aspecto. ¿Luchar contra mutantes con una simple porra? Era más que imposible. Por si parecían pocas armas, también llevaba en uno de los bolsillos internos un aparato que daba impulsos eléctricos, mi favorito.

Alcé mi mirada hacia el cielo, ya era de noche. Me había distraido demasiado con la búsqueda de Zero que se me había hehco de noche antes de poder darme cuenta. Era un coñazo que las naves estuviesen tan lejos de todos lados, no tenían un rápido y fácil acceso. Pero bueno, todo sea por el desarrollo de la vida humana en el nuevo mundo.

Muchas veces me había quedado pensando sobre mi odio ancestral hacia los mutantes. ¿Por qué no debería de acabar aceptándolos? Seguramente que Irina no habría querido aquella lucha jamás... además, de nada me servía acabar con toda aquella raza, ella nunca volvería. Entonces, ¿Por qué continuaba? Era simple: tenía ansias de venganza, de no ser la única persona que hubiese perdido al amor de su vida. Quería que ellos se arrepintiesen de haber matado a personas inocentes que no querían hacerles nada malo puesto que, en un principio, La Organización ni siquiera existía y lo único que sentíamos era miedo y a la vez interés por el desarrollo que había sufrido la humanidad. Lástima que todos nuestros planes de paz se hubiesen machacado y aplastado de aquella manera tan tanjante. Si querían guerra, guerra tendrían.

Me acerqué al lago helado, mi zona favorita del nuevo mundo. Cuando me encontraba a un par de metros de distancia, dejé caer mi peso sobre una gran roca. Desde allí tenía una visión perfecta para poder admirar la hermosa noche que hacía. Tras varios días con muchas lluvias por fin había acabado saliendo el Sol. Le sonreí a la nada y volví a alzar mi mirada hacia el cielo. ¿Se encontraría realmente Irina allí, observando cada cosa que hacía? Imposible. Todas esas historias sobre el cielo y el infierno eran solo eso, historias sin ningún fundamento. El cuerpo de mi amor había acabado putrefacto y su alma... su alma no podía estar en un lugar denominado "zona de las almas buenas" o cielo. Entonces, ¿Dónde podría encontrarse? O... ¿no habría desaparecido con su cuerpo? A lo mejor era simplemente eso, que el alma de las personas que se morían se disolvía.

FRD: siento la brevedad pero no tengo mucha creatividad y si el post siguiese serían todos pensamientos. No quiero hacer un post pelmazo

Era tarde, no muy tarde, pero lo era, de noche, salía de la nave de la organización, gracias a que mi padre trabajaba en ella, y aunque no lo había visto desde que llegamos aquí, un hombre me ayudó a estar allí.

Los días, las tardes y las noches eran siempre iguales, aburridas, la escasez de gente con confianza se convertía en un infierno, y más si tenías vergüenza, como era tal, mi caso. Habían hombres muy guapos, mujeres muy guapas, gente muy simpática. Era como un pueblo. Lo de hablar no parecía nuestro fuerte. Podrían haber cogido a gente algo más social. En lo que me incluyo, gente sin poder del habla.

Salía de aquella nave, iba a ir directamente al lago helado, llevaba puesto unos pantalones vaqueros algo ajustados de color rosa, unas botas blancas, una camiseta negra manga larga con un pequeño escote y una chaqueta que abrigaba demasiado.

Allí ante mis ojos se veía un hombre, era guapo, se veía. Pero no era de mi edad, seguramente sería un adulto. No sabía si acercarme hacía a el, y romper el silencio que marcaba mi vida. Que marcaba el día a día en este sitio.

Lo hice, quizás me arrepentiría, pero tenía que hacerlo. Me acerqué a el y a poca distancia alce mi voz un poco dulce -Hola... - Saludé.