Entoné (Mik + libre)

Estoy en las antiguas ruinas, andando absorto por las calles con el detector de metales en mis manos.
Ojalá encuentre algún cacharro para entretenerme desmontándolo en las horas muertas en la nave... Llevo demasiado sin dedicarme a ese hobby por falta de chismes que investigar.
De pronto, oigo una voz que canta, una melodía que me suena. Antigua, de antes de la catástrofe.
Levanto la mirada, viene de arriba del todo de un edificio encima mío.
Una chica. Con los brazos abiertos. ¿Qué hace? ¿Humana? ¿Me arriesgo? Sí, me arriesgo.
-¡Oye! -la llamo. Sonrío levemente. -Ve con cuidado, podrías caer haciendo piruetas así. -el silencio es tan absoluto aparte de nuestras voces que no me hace falta gritar mucho.

La miro detenidamente. No me suena, para nada, pero quién sabe, tal vez es de la otra nave... A esos no los tengo controlados, no les conozco a todos.
Me quito las gafas y las limpio con un trapito que saco del bolsillo de la bata. Mientras friego los cristales, la miro con una sonrisa divertida.
-Vaya, ya veo que no debía preocuparme. Eres ágil, ¿eh?
Noto que guarda las distancias. Me extraña. Tal vez... ¿es mutante? No parece muy hostil, desde luego no como a los que estoy acostumbrado, pienso con algo de exasperación al recordar a Jack y Zero.

Sonrío algo extrañado. Parece que me tenga miedo.
-Tranquila, no muerdo. -comento divertido mientras abro el maletín que llevaba a la espalda y saco un accesorio para mi detector de metales. Así será más sensible, puede que encuentre algo enterrado a más profundidad.
-De hecho... -dejo de lado mi ocupación, pero no levanto la mirada. Tal vez la he molestado. -Tal vez he interrumpido algo... -esta vez sí, la miro.
-Si querías estar sola, puedo irme, de veras. No tengo ningún motivo en especial por que estar aquí. -me rio un poco. -Ya noto que mi presencia no te agrada del todo. No suelo notar lo que sienten los demás, pero esto se ve bastante...

-Pues... -agarro con cariño mi aparato. Es de las pocas pertenencias que me quedan. -Es un detector de metales. Tiene un imán que detecta cualquier objeto metálico en las cercanías, incluso aunque esté bajo tierra. Lo uso para encontrar aparatos de antes de la catástrofe, me divierte desmontarlos para ver la tecnología de nuestros abuelos.
Me río.
-Sí, ya sé que mis hobbies son raros. -bajo la mirada. -Pero con algo hay que mantener la mente ocupada, supongo. ¿Cómo matas tú el tiempo, señorita?

Sonrío, divertido. Parece que está entreteniéndose conmigo en cierta manera.
-El tiempo se alegrará de que alguien le deje tranquilo para variar, entonces. -intento fallido de broma. -Tienes una mentalidad muy calmada, pues. Por cierto...
Tengo que preguntarlo. Me suena demasiado poco esta chica.
-Siento desconfiar, pero... -frunzo el ceño. -No te he visto antes, creo. Aunque cierto es que no me fijo mucho en la gente, pero...
Mi cuerpo se tensa un poco.
-¿Eres de las naves, no? -susurro. Si no lo es, podría estar en peligro.

Suspiro. Parece alguien normal.
-Sí, en realidad, soy el... podría decirse "líder", de la Organización, aunque... -doy una patada a una lata del suelo. -No me acaba de hacer mucha gracia. Cómo quién dice, estoy del lado de los malos por que es necesario por el momento.
Desvío la mirada, seguro que es una de esas buenecitas de Eirene que me hará sentir mal.
-No es que quiera hacer daño a los mutantes, es sólo que defiendo a los nuestros de ellos, pues... hay muchos de los que se quedaron que nos guardan rencor a los de las naves, ya sabes. Aunque no tuviéramos nada que ver.
Suelto una risa amarga.
-Sólo hace falta echar cuentas. ¿Yo? Por muy viejo que te pueda parecer, tengo 25 años. Era un crío cuando nos fuimos, ni recuerdo ese día. Poniéndome a mí como ejemplo representativo, ¿qué culpa tengo yo de las decisiones de nuestros antepasados?
Hago un gesto con la mano, desechando esa explicación.
-Olvídalo. Te estaré aburriendo con todo ese rollo, ¿no?

Levanto una ceja, francamente sorprendido.
-Vaya... me sorprendes, sí. Por tu aspecto, te consideraba más bien... Una ferviente defensora de la igualdad, miembro de Eirene por supuesto, pero... No sé, te veo más de otro bando. -sonrío. Siempre es agradable encontrar a alguien que no te juzga como un desalmado. En fin.
-...En serio, ¿en qué nave estás? -no paro de darle vueltas, no me suena para nada. -¿Cómo te llamas?

Enarco una ceja ante ese bonito cumplido que suelta ella.
-Vaya, las apariencias engañan, sí. Parece que no parezco nada bonito a tus ojos... Elisabeth. -me río. La verdad es que no me importa mucho mi apariencia: de hecho, alguien frío e insensible es lo que debería aparentar precisamente. -Aunque ya sabes, nada es blanco o negro completamente, las personas no son valores absolutos. Por eso prefiero los números. -suspiro.
No me convence lo que me ha dicho, la nave del fondo de todo... Parece decirlo con mucha seguridad, pero hay algo que no me cuadra. Procuro no darle importancia, me encojo de hombros y sigo trabajando en lo mío. El detector pita, y, emocionado, me pongo a buscar con un instrumento que llevaba conmigo. A pocos centímetros de profundidad, encuentro lo que parece un teléfono móvil de antes de la catástrofe.
-Estupendo... -lo miro maravillado. -Parece que me das suerte, Elisabeth.

-Pues... -le doy la vuelta al objeto. Está algo gastado, el plástico roído por el tiempo y los elementos, pero por su forma diría que es... -Un teléfono móvil. Sí, eso creo. -sonrío contento, la felicidad del investigador.
-Es un hallazgo genial, no quedan muchas cosas así enterradas a tan poca profundidad.
Lo guardo en mi bolsillo, me coloco bien las gafas.
-Ya sabes, se usaban para comunicarse con otra gente que tenía otro como este. No sé muy bien cómo funcionaban, pero lo investigaré. Creo que era por ondas electromagnéticas y sonidos convertidos en impulsos eléctricos, pero ahora podré comprobarlo, je.
Una lucecita se ilumina en mi cabeza. Ya sé qué me sonaba mal de lo que me ha dicho Elisabeth. Me giro para mirarla con lentitud. Lo que me ha dicho... me ha mentido, y eso es mala señal...
-Elisabeth... -murmuro inexpresivo. Da miedo. No voy armado, y no sé de qué es capaz. -...No eres humana, ¿a qué no? -trago saliva. -Tú... me dijiste que eras de la nave del fondo, pero esa nave es la que está destinada como almacén. Nadie vive ahí, salvo el guarda, al cual conozco.

Aprieto los puños, y frunzo el ceño, tenso, gestos involuntarios. Mierda, no me equivocaba. ¿Por qué no me había atacado aún? ¿Y por qué encima me había mentido? ¿Acaso pretendía aprovecharse de que no la conocía de alguna manera...? Entrar a las naves conmigo, o algo así...
-Adelante, llama a alguno de tus amiguitos para que venga. Tienes al líder de La Organización solo y desarmado, ¿vas a dejar correr esta oportunidad? -susurro irónicamente.

Levanto una ceja, algo desconcertado.
-Eres mutante, por definición deberías estar en contra de la Organización, ¿no crees, Elisabeth? Si es que ese es tu nombre, claro. -suspiro, me quito las gafas y me pongo a limpiarlas con un trapito de tela que saco del bolsillo de mi pantalón.
-Ya sabrás que los de tu clase han puesto precio a mi cabeza. Me has pillado en una situación de ventaja considerable, difícil de superar unas condiciones tan óptimas. -termino de limpiarlas, las levanto a la altura de mis ojos para comprobar si las he dejado bien, y satisfecho con el resultado, me las vuelvo a poner. -¿Desperdiciarías una oportunidad así? No se puede estar en un bando intermedio... Pase lo que pase, una paz y felicidad utópicas no sucederán, pequeña.

Bajo la cabeza, pensándolo.
-La verdad es que no mataría a un mutante que no mostrara intenciones hostiles, como lo eres tú, por ejemplo. Pero yo no soy un humano cualquiera, yo soy el Líder de el bando más polémico de todos, ¿no? -suelto una risa amarga.
-No te considero débil. Te considero una persona, como a todos los mutantes, claro. Pero sois vosotros, si no tú en tu caso individual, en general, que os intentáis diferenciar de nosotros, y os olvidáis que sólo sois humanos con alguna que otra cosilla diferente. -comento pensativo.