¿Y dices que se entra por aquí? [Alex - Flashback]

por **Kirsten S. Trachtenberg** Jue Dic 09, 2010 3:51 am

Tiempo: Hace un año, día de la inmersión de Kirsten en Ragnarök

Alex llevaba ya muchos días haciéndose el pesado a al no dejar de hablarme de aquella organización de mutantes que, al parecer, tenía como misión terminar con los humanos y convertirnos a los mutantes en los dueños del mundo. Decía que yo pegaba ahí dentro y que mi poder podía ser útil, comentaba que lo mejor era estar unidos todos para ser más fuertes; como si a mí me importara aquello lo más mínimo, yo que había andado completamente sola durante los últimos once años, yo que mi máximo contacto con el resto de personas solía limitarse a un gruñido para anunciar que me dejaran en paz. Sin embargo él insistía de aquella forma tan sutil que me obligaba a valorar su propuesta y pensar que, tal vez, lo más probable era que tuviera mucha razón; sola no duraría mucho y si había sobrevivido hasta ahora había sido por pura suerte y porque apenas me había encontrado con un par de humanos que estaba tan perdidos como yo. Pero, si cómo él decía, ellos también se habían unido para atacarnos y además tenían armas, entonces poco iba a poder hacer yo sola si me encontraba rodeada en algún momento. Asco me daba el no haber logrado aún controlar mi poder lo suficiente como para poder crear fuego, y los mecheros empezaban a terminarse...

Así que al final me dejé convencer del todo y me dejé llevar por él hacia la sede de aquella agrupación de mutantes con mala leche, aunque sin perder el gesto de bordería y desagrado que siempre fruncía mis labios y que prácticamente formaba parte de lo que yo llamaba "mi encanto natural". Aún y así, durante todo el camino no dije absolutamente nada al respecto y me limité simplemente a dejar que me guiara en un absoluto silencio mientras mi mente se perdía en mis propios pensamientos.

Tenía que ser consciente de lo que significaría unirme a Ragnarök pues no podía hacer como si aquello no fuera a querer decir nada. Si pasaba a ingresar en Ragnarök, entonces tendría que ir a sus redadas para atacar la ciudad de los humanos y también tendría que ir a sus intentos de infiltrarse en las naves de los científicos y... podría encontrarme con Kristin. Pensar en mi hermana hizo que mi corazón diera un fuerte vuelco, como siempre que la tenía en mente me sucedía. No sabía muy bien qué debía pensar con respecto a ella, no sabía muy bien si debía seguir odiándola, y si me encontraba definitivamente con ella ¿qué iba a hacer? Estaba claro que no sería capaz de matarla, no a Kristin, aunque me hubiera abandonado a mi suerte y traicionado, y que tampoco sería capaz de ver como otro mutante la matase. Aquello me creaba un ligero problema que en algún momento debería solucionar, pero ahora no era el momento.

Finalmente, Alex se detuvo al llegar a una especie de explanada que daba a un cúmulo de rocas y nada más. Ahí no había ninguna sede de ninguna organización ni nada parecido, ¿se estaba quedando conmigo?

-Oye, ¿estás seguro qué es por aquí? -le pregunté inspeccionando la zona con una ceja alzada-. Más te vale que no sea uno de tus jueguecitos -añadí después ya de un más que visible mal humor, bufé para mí misma con los brazos cruzados.

por **Alexandre Di Pietro** Jue Dic 09, 2010 6:05 am

Por fin, la pequeña aquella había decidido hacerme caso y se había dejado arrastrar. Vamos, que se iba a unir a nuestro preciado Ragnarök. No es que la chica tuviese un magnífico y maravilloso poder pero bueno, siempre es de agradecer algo de participación en nuestro grupo. Sabía que si poseía un mechero podría hacer maravillas con el fuego así que...

-Venga ya Kristen, los mejores lugares son los que peor acceso tienen, tenlo en cuenta -Dije de manera misteriosa guiñándole un ojo.

Me acerqué a unas cuantas piedras amontonadas y le hice un gesto para que se acercase. Entre ellas había un pequeño hueco por el que cabía perfectamente un cuerpo. No estamos hablando de un cuerpo de grandes magnitudes puesto que ningún mutante podía comer mucho, así que eso nos ayudaba como barrera contra los humanos. Sí, es demasiado triste, pero es así.

Entré por aquel espacio entre las piedras y me interné por los pasillos. Bueno, pero antes me esperé, porque sino Kristen se iba a perder sí o sí. Todo estaba bien planeado para que nadie pudiese entrar allí sin un acompañante que lo supiese guiar hasta el interior de Ragnarök.

Sabía que Lilith estaría muy agradecida de que le trajese a un nuevo ya que, todo mutante se agradecía.

-Venga Kris -Dije cogiéndola de la mano para que nos fuese más fácil andar por aquellas grutas oscuras sin perdernos el uno al otro. -Confía en mí, sé dónde nos estamos metiendo -Le dije con una sonrisita antes de tirar de ella hacia el interior de una de aquellas "callejuelas".

por **Kirsten S. Trachtenberg** Jue Dic 09, 2010 7:15 am

Volví a mirar atentamente el lugar al que me había llevado tras aquel larguísimo paseo y, seguidamente, repetí el gesto de cruzarme de brazos con una actitud más que mohína. Como a Alex se le hubiera ocurrido la estúpida idea de hacerme una broma y realmente no me estuviera llevando a ningún sitio, juraba por todo lo jurable que lo calcinaba vivo ahí mismo sin ningún tipo de contemplación. Respiré profunda y sonoramente en un intento de controlar mi mal temperamento, no debía enfadarme antes de hora.

-Más te vale que sea verdad -mascullé con un segundo bufido, esta vez completamente audible.

Entonces vi como Alex empezaba a rebuscar entre las rocas hasta dar nada más y nada menos que con una escondida entrada entre ellas que conducía a una zona bajo tierra. Definitivamente aquello no me extrañaba en absoluto pues, al parecer, los mutantes teníamos todos nuestros escondijos situados bajo la tierra; aquella iba muy bien sin duda alguna, nadie podía verlos, pero como alguna vez que produjera un derrumbamiento los electrokinéticos iba a tener mucho trabajo tratando de controlar las piedras...
Suspiré para mí misma, en silencio, y caminé hacia el agujero por el cual se había metido hasta desaparecer de mi vista por completo, nadie diría que ahí había una entrada secreta. Entonces, antes de meterme yo también, volví a girarme para mirar a mi alrededor y llamé con un silbido a Samhein, mi gata de color negro, para cogerla en brazos antes de atravesar el lugar pues no era plan que se quedara la pobre ahí fuera merodeando. No tuve problema alguno en atravesar la pequeña cavidad aunque fuera con la gata en brazos, teniendo en cuenta que Alex era mucho más alto y corpulento que yo y que yo llevaba ya mucho tiempo que estaba casi en los huesos.

Parpadeé varias veces al terminar en un túnel oscuro, húmedo y de techo muy bajo mirando de acostumbrarme a la escasez de luz. Samhein, rápidamente saltó de mis brazos y, con los ojos iluminados con un suave resplandor amarillento, empezó a caminar tranquilamente como si fuera un camino que hiciera cada día y al que estuviera acostumbrada. Me resigné y la seguí para atrapar a Alex antes de que se perdiera entre aquel caos de pasillos y túneles que seguían a la entrada subterránea.

-Lo que tú digas -dije finalmente dando un respingo cuando tomo mi mano con la suya, Alex debería saber ya que una de las cosas que soportaba menos en el mundo era el contacto físico.

por **Alexandre Di Pietro** Miér Ene 05, 2011 1:00 am

-No, solo te quiero perder para hacerte cosas malotas... -Sonreí con picardía antes de soltar una carcajada. Vaya cosas que tenía Kirsten... ¿Por qué iba yo a querer inventarme un lugar maravilloso para llevarla a unas cuevas extrañas? Que yo sepa no hay nada que quiera sacarle a Kirs a la fuerza para que el resto de la humanidad no nos pueda ver. Qué cosas que tienen los jóvenes de hoy en día.

-Venga pequeña, un poco más rápido que se nos va a hacer de noche -Dije con una sonrisita acercándome a ella y cogiéndola de la mano. Me imaginé su rostro con cara de malas pulgas por mi gesto así que, rápidamente me excusé. -Oye, oye, que esto está lleno de pasadizos y mierdas así que es fácil perderse. No querrás quedarte encerrada, ¿No? -Sonreí de manera cordial y comencé a avanzar, sabiendo que ella iría detrás mía.

Mis piernas avanzaban solas, con confianza. Había recorrido ya demasiadas veces aquel camino así que, el avanzar para mí ya era automático. No tenía que pensar, solo dejarme llevar por mis recuerdos. Gracias a ésto, podía quedarme observando todas las grutas, estalactitas y estalagmitas que había en las cuevas. La verdad, es que no sé cómo Lilith habría descubierto aquel lugar sin perderse.

Avanzamos durante un par de horas sin descanso, perdiéndonos entre los pasadizos. Cada cierto tiempo tenía que pararme para saber si andábamos en la dirección correcta o, por el contrario, había acabado perdiéndome como había prometido que no haría. Era difícil hacer el recorrido sin pararse ni una vez y, mentalmente, me prometí que algún día llegaría a conocerme las cuevas tan bien como la palma de mi mano (En realidad y diciéndolo como una nota mental, no tengo aprendida la palma de mi mano ni por asomo... aunque bueno, las expresiones se siguen utilizando aunque carezcan de sentido en algunas ocasiones).

Tras pasar unas zonas bastante empinadas y dificultosas, por fin llegamos a lo que era el edificio de Ragnarök. Me paré en seco y me quedé mirando a Kirsten, a la espera de alguna reacción por su parte.

-¿Ves como no me lo he inventado? -Solté su mano y me crucé de brazos, con una pequeña mueca dibujada en mi rostro.

por **Kirsten S. Trachtenberg** Sáb Feb 19, 2011 9:29 am

-Más quisieras, Alex, más quisieras -respondí finalmente con un claro tono lleno de hosquedad, porque si una cosa destacaba siempre en mí era mi alegría constante y lo difícil que era hacerme fruncir el ceño, de hecho todo el mundo estaría completamente de acuerdo en cualificarme con el adjetivo encantadora. Oh, sí, él sabía exactamente cuán dulce y amigable era, acabarían por dolerme las comisuras de los labios de tanto reír.

No respondí a su segundo comentario, porque yo era así de borde ya lo he dicho, y en su lugar dirigí una mueca sarcástica y burlona a mi guía que seguro que podría percibir aún y a pesar de la oscuridad que envolvía aquellos túneles cavernosos, fríos - de hecho gélidos-, silenciosos a excepción de algún que otro goteo de aguas subterráneas y laberínticos. Hasta que finalmente me harté de tropezar con súbitas piedras o estalagmitas pequeñas que aparecían por sorpresa en mi paso, de rozarme contra alguno de los muros estrechos, de tener que ir con los ojos entrecerrados para tratar de enfocar algo visible y, en general, de aquella angustiosa sensación que provocaba la casi absoluta oscuridad que se extendía por todas partes. Y entonces, llevé mi mano bruscamente hacia uno de los bolsillos de mi raída y vieja chaqueta de cuero -alegrándome de tener un fuerte excusa para poder romper el contacto que nos había unido ya demasiado tiempo- y saqué de ella uno de los muchos mecheros que guardaba con absoluto cuidado. Lo encendí, me importaba una mierda que consumiera el poco oxigeno de aquel aire viciado, a fin de cuentas Alexandre controlaba el viento por lo que podría arreglar aquel detalle, y yo ya estaba con los nervios plenamente crispados; automáticamente concentré mi mirada azul en aquella minúscula llama y este se elevó tambaleante cinco centímetros por encima del objeto que la había creado. Luego, mientras lo devolvía a su lugar de reposo en mi bolsillo, me concentré en hacer crecer aquel fuego para que su fulgor iluminara mi paso. Eran unos quince centímetros de diámetro pero aquello era más que suficiente para que viera cualquier desnivel en el suelo antes de que fuera demasiado tarde como para poder evitarlo y, además, ofrecía un débil calor. Mi mirada se posó sobre la de Alex, llena de suficiencia.
Con la nueva luz que yo había creado, y que me iluminaba solo a mí, Samhein detuvo su raudo paso y lo igualó al mío seguramente atraída por la chispa naranja que danzaba lentamente delante de mi rostro.

Y cuando ya habían pasado tantas horas como para que estuviera empezando a plantarme la idea de coger y quemar todo lo que había a mi alrededor, es decir Alexandre, Samhein y yo misma, porque seguramente las rocas solo quedarían algo chamuscadas, de la intensa sensación claustrofóbica que me oprimía por dentro impidiéndome respirar; llegamos a nuestro destino. Por fin, joder, ¡por fin! Más le valía a Alex que aquello que quería enseñarme, el lugar al que me llevaba, fuera algo extremadamente interesante porque, de no ser ahí, esta vez sí que no se salvaba de arder en llamas cuál bruja de uno de los cuentos que le contaba su madre, antes de irse y de volverse loca claro.
Vivirguiéndose ante mí un edificio completamente excavado en la piedra, como si formase una única unidad con ella o la misma lo hubiese creado de forma natural, sin embargo no resultaba especialmente imponente, como la mayoría de construcciones que habíamos logrado hacer los mutantes, y no pude más que contemplarlo con una mueca de aburrimiento. Si aquella era la sede de la increíblemente peligrosa organización de mutantes exterminadores de humanos, mi opinión primera era que daba verdadera risa.

-¿Es esto? -espeté ácida, estaba exhausta, nerviosa, angustiada por la aún reciente sensación de claustrofobia y, para variar, cabreada con todo el puñetero mundo; lo último que me faltaba era otro jueguecito estúpido de Alex.

por **Alexandre Di Pietro** Vie Mar 04, 2011 4:02 am

-Anda, anda, no seas tan borde o el karma irá a por tí -Continué caminando dirigiéndole pequeñas miradas por el rabillo del ojo, pero sin llegar a girarme hacia ella en ningún momento. Fijé mi mirada sobre las rocas, lisas y perfectas, como si hubiesen sido pulidas por el mejor de los arquitectos que se tenían en el pasado. Y después decían que en teoría habíamos perdido mucho tras el fin... eso es lo que ellos se creían. Pobres subdesarrollados estúpidos, que no saben ni lo que somos capaces de hacer con nuestros poderes.

Acerqué mis manos a la superficie de las rocas y la fui pasando por ellas, tocando la estructura en parte para orientarme y en parte porque me gustaba el tacto gélido que tenían. Siempre me ha gustado el frío, lo prefiero mil veces antes que el calor. Cuando hace frío al menos puedes actuar de forma normal, con el calor te amuermas y te quedas medio apollardado y ya no sabes casi ni pensar medianamente. Suerte que a mí no me pasaba eso, siempre podía producir una brisita fresca cuando me sentía aturdido.

Metí las manos en los bolsillos y continué caminando cuando Kirs produjo el pequeñísimo fuego. Era un poco más grande que el de un mechero, nada en plan grande y magnífico. Sabía que Kirsten no tenía mucho poder pero seguramente sería muy bien acogida por Ragnarök. Además, en el peor de los casos, intentarían ayudarla para que mejorase el control que tenía frente a su poder. Alcé una ceja cuando la vi sonreír de aquella manera, ¿Debería de hacerme el sorprendido para subirle el ego? Ni de coña.

-No te creas tan maravillosa, que solo has manipulado un poco el fuego... -Solté una pequeña risita. En realidad era lo que pensaba y solo la verdad, el poder de Kirsten era limitado y eso era así le gustase o no le gustase. Tras dejar escapar un fuerte suspiro entre mis labios, giré la cabeza hacia el frente y continué caminando.

Por fin y después de un par de horas, llegamos a nuestro destino. La sede de Ragnarök. No era un sitio muy allá y su exterior era algo más bien cutre, aunque ocultaba más cosas de las que los nuevos se pensaban. Era mucho más poderoso de lo que su aspecto dejaba ver y teníamos muchísimos aliados. Estaba más que claro que la guerra la acabaríamos ganando.

-No te dejes engañar por las apariencias, preciosa; siempre engañan -Me crucé de brazos y anduve hacia la entrada del pequeño edificio. Cuando estuve en la puerta solo tuve que mover ligéramente la mano para hacer que ésta se abriese bruscamente y chocase contra la pared que había detrás, produciendo un golpe seco y sonoro. -Venga, vamos, entra -Le hice un gesto a Kirsten para que pasase por delante mía y cuando lo hubo hecho, cerré la puerta tras nosotros.

por **Kirsten S. Trachtenberg** Miér Mar 23, 2011 4:32 am

-Que te den -espeté con todo el desagrado que mi tono de voz podía guardar y automáticamente le dirigí una sonrisa pero una de esas sonrisas del tipo te clavaré algo en cuanto me des la espalda-. Esto es lo muuucho que me importa el estúpido karma -añadí luego y le di una patada a una piedra pequeña, la cual salió disparada un par de metros y a continuación rodó sonoramente chocando contra los desniveles del pasadizo que recorríamos.

Me importaba una mierda lo que pensara de mí, que mi poder para él fuera ridículo y débil, tan poca cosa e inútil porque ni siquiera me era posible poder crearlo de la nada y controlarlo me resultaba una tarea muy tediosa. No me importaba, no, lo que pensara Alex y lo que pensara el resto del mundo me era absolutamente indiferente así que si él pretendía joderme iba a tener que quedarse con las ganas. Que lo intentara, que me provocara si se aburría mucho, porque entonces yo haría que se arrepintiera al instante y entonces vería que mi poder no era tan despreciable como él pretendía creer. Mis pensamientos bailaban de una situación a otra, alimentados por la rabia que habitaba en mis entrañas desde ya hacía tanto tiempo que no recordaba lo que era vivir sin esa sensación; me había terminado incluso acostumbrándome a ella y necesitándola, lo cual era otra cosa a añadir a mi lista de situaciones tristes y penosas en mi bonita vida de arco iris.

-Solo un poco de fuego, sí, pero no me dirás lo mismo cuando sientas lo que es arder en llamas -contraataqué al instante de forma mordaz, era una amenaza y sabía perfectamente que se la tomaría a risa pero, oh casualidad de la vida, también me importaba una mierda. Mejor, que me menospreciase cuanto quisiera, así luego sería más divertido de ver su cara cuando descubriera que fue un error pasar tanto tiempo burlándose de mí-. Y no dudes que voy a entrenar mucho para que eso pueda suceder pronto.

Hice que mi fuego se acercara a él y chisporroteara entonces con mayor intensidad para que pudiera sentir, así, su abrasante calor y su intensidad lumínica mucho más de cerca; una sonrisa sarcástica acompañó mi gesto a la vez que le giraba el rostro y centraba mi atención en Samhein, quien avanzaba completamente ajena a la situación que nos envolvía.
Cuando llegamos al edificio, no puedo más que fruncir levemente el ceño y mirármelo con cierta duda al observar lo poco imponente que se veía, aunque bueno dada la situación del mundo ya era mucho que se aguantara completamente en pie me imaginaba.

-Descuida, Alex, es algo que ya tengo muy interiorizado -dije mientras aguantaba la puerta para dejar que pasara mi gata y luego apartando el brazo.

El chasquido de la madera al chocar contra el portal sonó detrás de mi espalda una vez ya hube pasado, marcando así mi paso hacia el interior de Ragnarök, lugar del que, como ya me había dicho Alexandre en su momento, no iba a poder salir.

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