Un día de trabajo normal... [Dylan]

Esa mañana me había levantado con pocas ganas de trabajar. ¿Yo? ¿Desganado? ¡Imposible!, pero cierto. ¿La razón?
El maldito clima de este planeta dejado de la mano de dios me había provocado un resfriado insoportable. Vale, no es que me encontrara demasiado mal, pero una insufrible agüilla iba goteando de mis fosas nasales a intervalos regulares.
Me sorbí la nariz y me puse la bata blanca, planchada e impecable, a regañadientes. No podría trabajar eficientemente si cada dos por tres me tenía que sonar los mocos. Pero a pesar de ello no me quedaba otra alternativa, ni tampoco tenía nada mejor que hacer, así que me encaminé a la zona más secreta de las naves, a la que sólo unos pocos teníamos acceso.
Una vez llegué al limpio y estéril ambiente del que era mi laboratorio privado, me sentí mucho mejor, así que abrí unas carpetas que llevaban ahí un par de días y me dediqué a leerlas con atención.
Se trataban de informes de miembros de la Organización. Dios, cómo odiaba ese nombre tan vulgar que le habían puesto. Antes sonaba mucho mejor. Lástima que Dylan, y dicho sea de paso, los otros miembros no sepan ruso. Me indignaba un poco. ¿Por qué yo sí sé idiomas y ellos no?
Pero lo dejé correr cuando un sonido me distrajo. Sí, alguien había entrado en el laboratorio, y, como siempre que eso pasaba, mis músculos se tensaron en señal de alerta; nunca había dejado de pensar que sería posible un ataque por parte de esos mutantes agresivos y incivilizados.
Aún así, me relajé pronto, pues reconocí una cara y un perfil conocidos. Muy conocidos.

Arqueé una ceja con gesto sarcástico y dejé caer las carpetas sobre la impoluta superficie de cristal de mi mesa. Saqué el pañuelo del bolsillo de mi bata y me soné la nariz.
-Buenos días, Dylan, te noto de buen humor. -guardé el pañuelo con aire malhumorado.
Sonreí levemente con algo de frialdad, y con sarcasmo por encima de todo.
-Ay, sagrado... No te pases, Dy, ya sabes que no hay nada sagrado en este mundo. -divagué sólo para usar ese mote cariñoso que tan ridículo se veía en ese hombretón fornido que estaba delante de mí, aguardando que le diera algo.

-Bien, veamos... -pensé un poco, pues mi mente se encontraba algo espesa. -¿Qué tenemos de nuevo...? Pues los chicos de la sección de química están trabajando en un suero que anule los efectos de los mutantes. De hecho, lo tenemos, pero... -me mordí el labio. -Aún es muy imperfecto, tiene efectos secundarios, y sobretodo, no es seguro para los humanos, aparte de que por lo que me han dicho, es muy inestable, y bueno.
Sonreí con esa pequeña sonrisa helada que me caracteriza.
-Supongo que eras poli, ya sabes lo que pasa con las cosas inestables. -hice un gesto con las manos escenificando una explosión. -Pum.
-Mientras tanto... -continué. -Yo estaba mirando estos informes. -mascullé con voz de desagrado, señalando las carpetas con desdén. El trabajo de administrador era aborrecible, pero estaba claro que, si yo era el mejor para desempeñarlo, lo haría, a pesar de que prefería estar trasteando con cosillas electrónicas.

-Dime, ¿qué me cuentas de la señorita Enid? -arqueé una ceja, levantando la vista de la mesa y mirando a mi ex-cuñado con interés.

Me sorbí los mocos con gesto molesto, realmente me exasperaba la actitud de mi ex-cuñado a veces, era tan... ¡simple! "Justo del gusto de Irina", pensé entre molesto y nostálgico.
No me molesté en explicarle que mi resfriado no sólo era altamente antihigiénco para los demás, si no que además, en un ambiente de esterilidad como se suponía debía ser el laboratorio, no era adecuado estar moqueando todo el día, y que encima me hacía perder un tiempo valioso. Y ni pensé en explicarle que me impedía concentrarme, pues si no se le había ocurrido por sí solo, me tomaría por un tarado.
No; simplemente rodé los ojos y bufé, me quité las gafas y las limpié con un pañuelo que saqué del bolsillo de la bata, frotando mientras pensaba, ignorando su pequeño enfado por ese mote.

-La cura del resfriado común, ese pequeña piedra filosofal que cualquiera quería descubrir antes del cataclismo, y que ahora ha sido relegada a un segundo plano ante la amenaza mutante, ¿no? -pregunté retóricamente mientras terminaba con mis gafas y me las volvía a colocar, con aire sarcástico.
Levanté la vista. Pocas veces se ponía tan serio, así que escuché atentamente lo que tenía que contarme, pero al parecer se puso nervioso y me soltó la información a pedazos.
Empalidecí al oír el nombre de mi hermana fallecida, y un pequeño pero contundente puñetazo escapó de mi control, golpeando la mesa de cristal y haciendo tintinear todos los instrumentos.
Traté de recobrar la compostura en seguida.
-Ehm... Bueno, cuéntamelo todo con detalle. ¿Qué sabemos de ese mutante? -pregunté aparentando normalidad, pero notando que mi voz se había vuelto levemente temblorosa.

Observé atentamente a Dylan mientras me contaba toda la historia con gesto nervioso, como si dudara de cómo contármela. Arqueé una ceja. Que dudara de como contármelo podía indicar dos cosas: que me estaba ocultando algo que no quería que yo supiera, o que simplemente se le daba de pena ordenar sucesos y explicarlos esquemáticamente.
Decidí ignorar su pobre capacidad explicativa, al menos por el momento, y centrarme en los hechos que me exponía. Me di cuenta de que me volvía a gotear la nariz y que me había olvidado de sonarme a causa de mi exceso de concentración en lo que me explicaba, así que saqué el pañuelo a toda velocidad y me lo llevé a la nariz.
Cuando terminé, volví a guardarlo y miré a Dylan con mirada acerada. Hace tiempo, hubiera pasado de matar al mutante también si era realmente inofensivo, pero ya no era ese hombre.
-Todos los mutantes deben morir. ¿Por qué a ese le perdonabas la vida por el simple hecho de ser inofensivo? -musité con voz seca, muy serio. -Piensa que con el tiempo puede desarrollar su poder, y resultar realmente peligroso. -añadí, francamente mosqueado.
Suspiré y empecé a masajearme el puente de la nariz. El efecto de los fármacos se empezaba a pasar y volvía ese leve pero molesto dolor de cabeza.
-En fin, pasemos a la acción. Necesito que averigüemos más sobre el mutante en cuestión: quién es, qué lugares frecuenta... Luego necesitamos cogerle. Esta vez, VIVO. -especifiqué, para que no cupiera lugar a ningún error.
Me quité las gafas y las limpié mientras pensaba.
-Debe ser interrogado. -sentencié.

Asentí pensativo mientras procesaba toda la información que me daba Dylan. Sí, realmente, mi a veces pesado ex-cuñado era muy simple y demasiado pasional, pero sabía perfectamente lo que se hacía a la hora de hacer su trabajo, era el mejor. Era un buen sabueso, y la verdad es que tenía cierto sentido todo lo que me estaba contando, así que aplaqué mi rabia interna, y dejé que la ola de frialdad me calmara como un bálsamo.
Suspiré. Tenía que ser racional, siempre.

-Está bien, tienes razón, debe ser interrogado... bajo cualquier medio. -pronuncié con extrema frialdad, mi mirada fija en un punto perdido en la lejanía. No aprobaba totalmente el hecho de torturar a nadie, más por el hecho de que la información obtenida a base de torturas era dudosa que por el hecho de la humanidad y bla bla bla.
Los mutantes habían perdido ese derecho en el momento en que nos declararon la guerra.

Asentí y tomé nota mental de la (poca) información que tenía Dylan sobre el mutante en cuestión.
-Tienes razón. Necesitamos espías. Hum... -me llevé la mano en la mejilla y pensé, repasando mentalmente la información que tenía sobre los miembros de La Organización, pensando en quién podía trabajar en esa misión. -Si se te ocurre alguien adecuado para ese trabajillo, no dudes en decirlo. -dije de mala gana, medio en broma, con una sonrisa torcida en mis labios.

Me puse serio de nuevo.
-Tranquilo, tienes mi autorización para ello. -apreté el puño inconscientemente. -...pero no le mates. -susurré sin apenas darme cuenta.
No, no quería que le matara, podía torturarle todo lo que quisiera, pero el placer de matarle, después de usarle de tal modo que ni a una rata de laboratorio, estaría reservado para mí...

-Por tanto, deberíamos de ejecutar algún plan. Supongo que a mí volverá a acercarse o al menos, sé cómo encontrarlo. Pero antes, tendremos que planear algo -Apreté los puños cruzando los brazos sobre mi pecho y me acerqué a su mesa de pruebas, cogiendo una hoja de la libreta que había allí y el bolígrafo tendido en la mesa. Me dispuse a dibujar sobre ella unos cuantos trazos.

-Lo mejor sería ir con algún micrófono. Que yo me encontrase con él, soltase unos cuantos datos "irrevelantes" en plan: ¿Qué haces aquí, en el bosque? o algo así. De todas formas, podréis ponerme un detector si queréis, me da igual. Solo quiero sacarle toda la información que se pueda y después matarlo de una manera dolorosa. Que suplique perdón, que grite hasta quedarse sin voz -Rugí continuando con los dibujos del folio. -Después, podrían llegar unos cuantos agentes "especiales" de la organización, que rodeasen el terreno. A mi señal, se abalanzarían contra el mutante y lo detendrían -Susurré con furia, disfrutando del placer de imaginarme aquello.

-Lo imprescindible es que el bicho asqueroso no se de cuenta de lo que tramamos hasta que sea demasiado tarde puesto que cuando se pone nervioso su poder se desestabiliza y descontrola. No sabemos lo que es capaz de hacer cuando pasa eso -Apoyé la mano con el bolígrafo y eché mi cuerpo sobre ella. Miré directamente a Mikhail un momento, parecía que él era el que quería matarlo. No iba a permitirlo, el mutante era mío. El placer de matarlo sería mío, haría que pagase por todo el sufrimiento que me había causado, por matar a mi pequeña Iryna. Mi preciosa Iryna... mi hijo... Apreté la mandíbula y dirigí una mirada completamente fría a mi acompañante.

-Solo se me ocurre enviar a todos los miembros de La Organización que puedan luchar. Quiero decir, a los científicos mejor que no. Que se queden aquí investigando. Mientras tanto, todos los que podamos luchar, deberíamos de hacerlo -Dije.

Asentí lentamente. Sí, los científicos y demás "cerebritos", como nos llamaba jocosamente Dylan, éramos más útiles y valiosos en nuestros pequeños cubículos. Y no sólo más útiles y valiosos, si no también menos patosos; estaba seguro de que la mayoría de mis subordinados directos no serían más que un estorbo para las unidades de combate de La Organización.
Suspiré. Sí, sabía que era un embrollo, que era liar las cosas, y que posiblemente molestaría, pero...
-...Yo también vendré con vosotros. -musité en voz baja pero segura, que no admitía discusión. Aunque fuera en la retaguardia, yo estaría ahí.

-No le mates. No. No aún. -sonreí con frialdad extrema, más fría que el cero absoluto, pensando en lo divertido que sería lo que le haríamos a ese tal Zero. Oh sí. Debía llegar vivo al laboratorio.
Me llevé una mano al mentón, pensándolo.
-Hum... Cierto, ese mutante puede ser peligroso. ¿Sabemos qué poder tiene? -pregunté serio, pues estaba claro que había poderes más peligrosos que otros.
-Yo... hablaré con mis chicos de la sección de bioquímica. Quiero saber cómo llevan el tema del suero que deja inoperantes a los mutantes. -suspiré.
En ese aspecto, estábamos muy retrasados aún, pero quien sabía. Igual alguien me daba una bonita sorpresa.

Reconozco que el tono chulito y autoritario de Dylan me mosqueó bastante, aunque por mi fachada dura, no se entrevio demasiado. No demasiado si fuera una persona normal, pero para la frialdad por excelencia como era yo, mi mosqueo se hizo suficientemente patente en un fruncimiento de ceño y de labios generalizado.
Aún así, ese fruncimiento duró apenas un par de instantes, y enseguida volví a mi expresión seria y neutral. Nada de mostrar el mosqueo. No. Haría como que sí que sí, y luego veríamos qué haría. Me saldría con la mía, oh sí, me daba igual que fuera una locura, y sí, sabía perfectamente que Dylan tenía razón, pero en ese momento no era capaz de ser racional, y eso que esa era mi más destacable cualidad.
Tragué saliva para pronunciar las siguientes palabras.
-Me parece un gesto bien prudente. Primero obtener información, luego nos encargaremos de él. -bajé la vista y le miré con gesto severo por encima de la metálica montura de mis ligeras gafas. -Pero no olvides ser cuidadoso. La información obtenida por medio de tortura no siempre es fiable.
Asentí a su última ¿orden? No me gustaba ese tono conmigo, pero lo dejé pasar y asentí.
-Ahora mismo hablaré con mi equipo. Quiero saber si llevan mejor el tema de los sueros desactivadores de poderes. Y luego... - Luego miraría las fichas de los miembros de La Organización. Así escogería a los que serían espías, y a los que serían pura infantería.
-...luego, reclutaré a tu equipo. Puedes confiar en mí. -dije volviéndome en mi silla giratoria hacia una pila de papeles, donde tenía perfectamente archivados los informes sobre el tema de los sueros.

Asentí cuando Dylan se dispuso a irse de mi laboratorio. No es que me molestara su presencia, es más, por lo general se comportaba bastante, pero es que ese rinconcito era mi pequeño santuario. Suspiré cuando se levantó para irse, aunque yo me quedé en mi sitio.
-Está bien, tendrás noticias mías dentro de poco, descuida. -dije haciendo un gesto vago con la mano, y me dispuse a centrarme en los informes.
Oí ese último comentario, que me crispó ligeramente, pero que ignoré. No quería que mi principal aliado se volviera mi enemigo por una cuestión tan banal... Aunque reconozco que quería "experimentar" cruelmente con ese maldito asesino escoria mutante, el hecho de matarlo se lo podía reservar a mi ex-cuñado.
Sonreí con frialdad al imaginármelo. Sabía perfectamente que esa tarea la podía realizar con excelentes resultados.
Traté de centrarme en mi trabajo, pero vi que mi cabeza no me obedecía, así que yo también salí de mi santuario para ir a los archivos de La Organización y revisar quienes serían los diferentes encargados en nuestra guerrilla.