Los oscuros secretos de las naves (LIBRE)

Después de hablar con Dylan, me entretuve a recopilar información sobre todos los miembros de La Organización, dispuesto a hacer un llamamiento y asignar los diferentes trabajos. Para ello, salí de la sala donde guardábamos todo el papeleo (entre otras cosas, la información e identificación de los miembros), y me leí los papeles pertinentes durante un buen rato.
Cuando ya tuve claro quiénes me interesaban para el puesto de espías, tomé nota de los nombres y algunos datos sobre ellos, apreté el carpesano contra mi pecho, y salí de la habitación.
La puerta metálica se cerró tras de mí, y cerré la sala del archivo tecleando el código en un panel que había al lado, para que sólo los altos cargos de La Organización pudiéramos acceder a él.

Cuando me giré, distinguí una silueta que me resultaba vagamente conocida. Era una de las miembros que había seleccionado, la reconocí por la foto de su perfil, que había leído. Comprobé la hoja: Katherine Lemacks, una joven de bajo rango. No me sonaba su rostro, deduje que Dylan la había reclutado por nuestra causa.
Me acerqué a ella con paso firme, sorprendido por su actitud que vi a la lejanía. Era como si ella misma se resultara totalmente fascinante. Negué con la cabeza, y me coloqué bien las gafas.
-Buenos días, señorita Lemacks. No sé si se acuerda de mí. -la saludé con un educado gesto de la cabeza.

FDR: "Era como si ella misma se resultara totalmente fascinante" Me ha encantado xD

Tenía la cabeza apoyada sobre la pared en el preciso instante en el que la puerta metálica se abrió. Abrí los ojos y alcé una ceja al ver el hombretón que salía de allí... Me siento afortunada, lo juro. Tengo demasiada suerte... Busco a un tío importante y ¿Con quién me encuentro? Con nada más y nada menos que el "Gran señor", es decir, Mikhail Kostova, el jefe de La Organización. Sonreí divertida cuando se fijó en que estaba allí... <oh, claro que me acuerdo de ti, pequeño> Respondí mentalmente. Como para no acordarme del que era el hombre más importante en todas las naves... No estaba tan loca.

Me levanté del suelo y me acerqué a él unos pasos, hasta que estuvimos a unos escasos metros de distancia. Puse una mano sobre mi cadera y le sonreí de nuevo.
-Claro que me acuerdo de usted, señor Kostova -Sonreí entre dientes apoyando uno de mis brazos sobre la pared metálica y echando mi peso hacia ese lado.

-¿Qué le trae por estos lares, querido? -Pregunté. En realidad era lo más normal que él se encontrase en la zona TOP SECRET de las naves... lo raro era que yo estuviese allí. Me fijé en los archivos que llevaba entre las manos alzando una ceja. Seguramente había una pequeña excursión a la que yo no estaría invitada... Chasqueé la lengua antes de preguntar.

-¿Está organizando una excursión para los pequeños? -Reí. Sabía que no estaría invitada pero... me interesaba ver cómo Mikhail justificaba el: tú nunca estarás en los altos rangos de La Organización y, por supuesto, nunca necesitaremos tu ayuda para ninguna cuestión. Ya me lo habían dicho varias veces pero yo jamás me rendiría, quería salir y formar parte del grupo ganador, no quedarme como una tonta encerrada en las naves.

Noté que Lemacks me miraba de una forma rara... me extrañó un poco, me sentí como una oveja que no era consciente de lo vulnerable que era siendo observada por un lobo famélico disfrazado. Sacudí ligeramente la cabeza, tener esa sensación era absolutamente ridículo. Y si de verdad era tan peligrosa, pues mejor que mejor.

Carraspeé para centrarme, y hojeé los informes que tenía en mis manos.
-Doctor. -la corregí. Sé que es una tontería absurda, que me había tratado con educación, pero me gusta que mi título sea patente. Comprobé que se ponía cómoda por encima de la montura fina de mis gafas.
-Bueno, supongo que resulta habitual que me encuentre por esta zona, teniendo en cuenta que es donde suelo trabajar. Imagino que usted no tiene suficiente rango como para acceder, señorita Lemacks, pero me alegra comunicarle que eso puede cambiar. -sonreí muy, muy levemente.
En el apartado de "observaciones" del informe sobre Katherine Lemacks, Dylan había anotado que la chica tenía un gran interés por ascender y ser alguien importante, cosa que a mí me resultaría útil.

Tosí, aún estaba un poco resfriado.
-Bien, sí, podría decirse que estamos organizando una pequeña expedición. Y precisamente de eso quería hablarle. Verá, quería hacerle una proposición, más bien, asignarle un trabajo importante en la nueva misión de La Organización.
Me removí un poco, algo nervioso. Se me daba bien dar órdenes, pero no me gustaba dárselas a gente que no conocía demasiado bien, estaba acostumbrado a mandar a los chicos de mi laboratorio, a otros científicos como yo.
Suspiré.

-El trabajo consiste en ser espía, básicamente. Necesitamos a agentes sobre el terreno que consigan información sobre un mutante en concreto. Estuve revisando informes, y la verdad es que me pareció usted alguien muy adecuado para el trabajo. -me callé, de momento no quería decir nada más. La miré de nuevo por encima de mis gafas metálicas. -¿Le interesa...? -musité, con curiosidad.

Noté que Lemacks se acercaba en sobremanera a mí, aunque no entendía el por qué, y instintivamente di un paso atrás. La distancia adecuada era importante, no sería educado ni higiénico que le pasara mi resfriado.
Levanté ligeramente una ceja inconscientemente por la sorpresa que me suponía su acercamiento, pero no dije nada. A saber, cada uno se toma las confianzas como quiere.
Noté también, agradecido, que me llamaba "doctor", pero también noté un leve tono de ¿burla? en su voz, el cual hizo que mi ceño se frunciera, levemente mosqueado. Pero de nuevo, no dije nada.

Carraspeé, y me concentré en mi trabajo, ignorando la extraña forma en que me miraba, me sentía... analizado. Debían ser imaginaciones mías.
-Bien, el objetivo se llama Zero Halliwell, y lo poco que sabemos es que posee el don de la electrokinesis, pero que no lo sabe usar demasiado bien. -solté un bufido de desprecio. -Tenemos una birria de información, por eso mismo queremos ampliarla... Y ahí entraría usted, señorita Lemacks. -levanté la vista del informe, y la clavé en su rostro. Adiviné sus pensamientos: probablemente, la preocupaba salir herida en la misión.
Maldita sea, estamos en guerra." pensé algo molesto. "Claro que es peligroso, si no quería romperse una uña, debería haberse metido a recoger flores con los de Eirene."

Me crucé de brazos.
-No puedo decirle el por qué ese es el objetivo, pues son detalles confidenciales que serán revelados a aquellos que acepten la misión. Lo único que puedo decirle que se tratará simplemente de reconocimiento del terreno, observar al mutante y tomar nota de absolutamente todo, nada de entrar en contacto con él. De hecho, cuanta más discreción, mejor. -fruncí el ceño y clavé mi mirada acerada en el rostro delicado de ella.
-¿Y bien? ¿Le interesa, o estoy perdiendo el tiempo? -susurré, me había salido ya mi vena ligeramente antipática.

Esperé a que Lemacks asimilara toda la información sobre el caso hasta que, por fin, pareció decidirse por lo que era más coherente.
Sonreí fríamente cuando me preguntó qué sacaría de todo esto. Perfecto, nada de hacer cosas por caridad. Algo de racionalidad. Eso me gustaba más.
-Por supuesto que no vas a trabajar a cambio de nada. -tragué saliva, y repasé mentalmente de nuevo la ficha de Katherine Lemacks. La muchacha quería ser una de los nuestros a toda costa, y por lo que se rumoreaba, llegar a lo más alto. Bien, pues le daría un buen incentivo.

Parpadeé un poco sorprendido al ver que pedía tan poco como entrar en La Organización. Me quité las gafas mientras la miraba desde mi altura superior, y me quedé mirándola mientras ponía en orden mis ideas.
-Por supuesto que, desde el momento en que aceptas el trabajo, pasas a formar parte de La Organización. -murmuré. Mis labios se curvaron milimétricamente en una sonrisa fría y calculada. -Y si haces el trabajo bien, será tenido en cuenta. Es decir, que la lealtad de una buena trabajadora es siempre de agradecer, querida.

Dejé de limpiar las gafas y me las puse. Noté como Lemacks aumentaba la distancia de nuevo, cosa que en realidad agradecía. No me gustaba el exceso de confianza.
Asentí.
-Lo mismo digo, señorita Lemacks. Deberá hablar con Dylan Black, no sé si le conoce. Imagino que sí. -añadí medio ido al pensarlo un poco. -En fin, el caso es que hable con él, le contará todo lo que debe saber sobre la misión. Y si no, siempre puede preguntarme a mí. -una sonrisa ladeada, algo burlona y cáustica, se extendió en mi rostro.
-De hecho, ahora es usted mi empleada y protegida. Enhorabuena.

Sonreí levemente. Perfecto, Lemacks no se vendía barata, lo cual era un punto a su favor.
-Bueno, teniendo en cuenta que debemos empezar por lo más básico, ser del La Organización y tener un bonito puesto en ésta no me parece una mala oferta, ¿o sí? -pregunté algo irónico.
No, por supuesto que no lo era. Me quité las gafas y las limpié.
-Por supuesto que, si los resultados de su trabajo son satisfactorios, no va a ser un simple peón en nuestra gran familia, señorita Lemacks. Será usted alguien con ciertos privilegios. -musité distraídamente mientras limpiaba a conciencia los finos cristales. Cuando terminé, me volví a poner las gafas y me crucé de brazos.

Arqueé una ceja ante el comportamiento de la chica, que, a mi parecer, era extraño. ¿Qué quería exactamente? Observé acertadamente que había reducido la distancia de nuevo. Me exasperé. ¿Para qué?
Mantuve mis brazos cruzados, sin inmutarme demasiado, y levanté la vista, que había posado en la proximidad entre su cuerpo y el mío, para mirarla de nuevo a los ojos.
Me estaba tocando la bata. ¿Por qué?

Me encogí de hombros.
-¿Prefiere que le cuente yo? Como desee. -miré detrás mío, donde se encontraba la puerta que llevaba a uno de las múltiples salas de reuniones de La Organización, la abrí y le cedí el paso a la señorita. La miré por encima de la montura de mis gafas.
-Aunque le advierto, señorita Lemacks, que el señor Black es mucho más afable de lo que yo soy. -añadí con frialdad y sarcasmo.

Noté como me miraba a los ojos. Los suyos eran azules, sí, de un tono parecido al mío, pero incomparables: los suyos sí expresaban algo de calidez y cambios de humor. Sonreí ligeramente para mí. Me gustaba el hecho de descolocarla de ese modo. Sí, lo notaba, notaba que a ella no le gustaba mi actitud. ¿Y a quién sí? Pocos me soportaban, y sinceramente, me daba igual.
-Le tomo la palabra, señorita Lemacks. -dije con extremada educación y heladora frialdad ante su promesa de eficiencia.

Aguardé a que la señorita entrara y se sentara, cerré la puerta e hice lo mismo: me senté en una de las frías e impersonales sillas metálicas, con cuidado de que no se me arrugara mi perfectamente planchada bata blanca. Estábamos en una de las salas adjuntas a mi laboratorio, cuyas paredes, excepto la que daba al pasillo, eran de cristal, y dejaban ver el laboratorio.
Aspiré profundamente, con gusto. Sí, adoraba ese olor a productos químicos, era mi medio.

Crucé mis manos y apoyé mi mentón sobre ellas. Noté una sensación áspera, una ligera pelusa rubia que cubría mi barbilla me rascaba la piel de las manos: los últimos días había estado demasiado ocupado y me había olvidado de afeitarme, imperdonable.
Me olvidé de mi barba y me mantuve en esa posición, observando a Lemacks durante breves instantes, y sonreí.
-El camino difícil no tiene por qué tener más mérito; se trata de hacerlo bien, da igual el camino que se siga. -comenté, aunque debo reconocer que ir por el camino difícil sí era algo que yo valoro.
Suspiré.

-En fin. -levanté la barbilla de las manos, y saqué el dossier de la misión. -Katherine Lemacks... -musité su nombre mientras lo apuntaba a la lista de los reclutados e informados. -Bien.
Cogí aire y empecé.
-Se trata de investigar a nuestro nuevo objetivo del bando mutante, Zero Halliwell. -abrí la ficha de Zero, no sabíamos demasiado sobre él. Bueno, con suerte, eso cambiaría pronto.
-El objetivo es un mutante electrokinésico, es decir: controla los objetos y su carga eléctrica, por lo que puede ser peligroso. Aunque no sabemos demasiado sobre sus poderes, sabemos que no tiende a mostrarse violento, y que su poder está en un nivel bajo. -pasé la página. -El motivo por el cual le investigamos es porque sabemos que tiene información muy valiosa para La Organización. Una vez sepamos lo suficiente, mandaremos a un equipo de nuestra infantería para que sea capturado, y posteriormente interrogado y, más tarde, investigado.

Levanté la vista del cuaderno, y la fijé en Lemacks, frunciendo el ceño.
-Recuerda que no debes sentir en ningún momento lástima por él. Es miembro de Ragnarök.

Me mantuve mirándola, analizando sus gestos. Estaba fingiendo, intentando disimular que todo aquel ambiente no le era incómodo, pero realmente, a pesar de lo que algunos habían llamado mi "principio de autismo" (vamos, a lo que yo llamaba "me la sopla todo aquello que no es relevante"), era capaz de notar que ese no era el medio en el que Lemacks se sentiría como pez en el agua.
Y no la culpaba. Una chica joven, atractiva, y habitual, se encontraría más a gusto en habitaciones cubiertas de pelusa rosa leyendo revistas con titulares tales como "Cómo conquistar a tu chico en 10 pasos", o poniendo en práctica esos 10 pasos en una pista de baile. O al menos, esa era la perspectiva que me daban las películas.
Irina siempre decía riendo que tenía muy infravaloradas a las chicas jóvenes, que las pelis no eran un reflejo adecuado.
Suspiré, dejé de divagar, y volví a centrarme en el caso que me ocupaba.

-Está claro que no la vamos a mandar ahí con sólo eso. Tenemos una copia de la ficha del objetivo que repartiremos a todos los espías de La Organización encargados del caso. De hecho, es posible que tenga una segunda copia del expediente de Zero por aquí, si no puede esperar a verlo. -rebusqué entre mis papeles, hasta que, efectivamente, encontré la copia. Era minucioso, y esa era la segunda copia que hacía siempre de los documentos por si acaso se me perdía o estropeaba el original, pero... sinceramente, era tan minucioso que nunca se me traspapelaba el original, y nunca había necesitado el segundo, así que se lo di.

-Ahí hay adjuntada la fotografía. Es un muchacho joven, de aspecto debilucho. -levanté la vista y la fijé en ella por encima de mis gafas. -Recuerde no acercarse a él, su misión es sólo de observación. -dije en tono de advertencia.
Ahora, Lemacks era mi recluta, y debía evitar ponerla en peligros innecesarios. Al igual que nunca pondría a ninguno de mis científicos del equipo en alguna situación peligrosa, tampoco permitiría que a ella le pasara nada, en cierto modo, tenía demasiado valor.

Puse una mueca de desagrado ante su último comentario. No por lo que ella pretendía hacer, si no por el hecho de que mi ex-cuñado no me permitía a mí, ¡A MÍ! participar en la captura del sujeto.
-Dudo mucho que eso sea posible, pues hay que seguir la jerarquía, y dudo que nadie del grupo de espionaje esté autorizado. -mascullé entre dientes, molesto más por el hecho de que no iba a estar presente yo que por las intenciones de Katherine, y sin estar dispuesto a revelar que no estaba autorizado ni siquiera yo a estar ahí.
Aunque me daba igual lo que Dylan dijera, yo iba a estar presente. Oh, sí.

Asentí cuando Lemacks aceptó acatar mis órdenes, y sonreí levemente.
-Buena chica. -musité, y me crucé de brazos.
No, no tenía porque ser mala recluta. Era un poco cabeza hueca cuando quería, pero la muchacha no era tonta. Al menos, no lo parecía. Captaba conceptos rápido, y no cuestionaba las órdenes, cosa de agradecer.
Pero me crispaba los nervios su personalidad. Así de fácil.

Suspiré, algo molesto por no tener mucho más que decirle a Lemacks sobre el mutante en cuestión.
-Bueno, sé que hay poco al respecto, pero para eso la hemos contratado a usted, ¿no? -mascullé algo picado. Recobré la compostura, y hojeé el expediente. No había nada sobre el tema, pero tal vez algo sobre él nos daba alguna pista.

-Bueno, es de Ragnarök... -me pasé la mano por la barbilla, por esa leve pelusa que cubría mi barbilla, pues llevaba días sin afeitarme por mi trabajo demasiado abundante. No me gustaba el no ir perfectamente afeitado, aunque tampoco me molestaba demasiado. Y acariciar la barba incipiente era otro gesto que me permitía pensar mejor, para qué negarlo.
-...entonces, yo que usted investigaría en los alrededores de cierto páramo rocoso. Se lo marcaré en el mapa. -busqué en mi carpeta, llevaba una fotocopia a mano. Sonreí levemente con autosatisfacción.
Qué bueno soy.
Marqué con una 'x' con un bolígrafo que llevaba en el bolsillo delantero de mi bata blanca la zona a la cual me refería. Finalmente, le tendí la hoja, y me apoyé de nuevo cómodamente contra la silla.

-Nuestros investigadores, exploradores, militares e incluso civiles han registrado mucho movimiento mutante por esa zona. Sospechamos que hay alguna clase de asentamiento mutante por ahí, aunque no lo hemos verificado aún... -suspiré.
-Es posible que él viva por ahí con otros de los suyos. Aunque no le prometo nada.

Mi gesto se volvió duro y fijé mi mirada acerada en la revoltosa muchacha.
-Si yo digo que no vamos a intervenir en la captura, es que no vamos a intervenir en la captura, y no me replique. Tenemos nuestros motivos. -me di cuenta de que había sido tal vez demasiado brusco, así que traté de no parecer tan amenazante.
-Nadie debe ponerse en peligro innecesariamente, y para misiones como esa tenemos un comando de hombres fuertes y cubiertos con armaduras de keblar, no nos hace falta recurrir a chicas jóvenes con vestiditos de flores. -el tono de mi voz daba a entender que no me gustaba nada lo que estaba diciendo, pues yo tampoco estaba de acuerdo con el hecho de permanecer fuera del escuadrón de captura... A pesar de que yo era de los que se encargaban de instaurar esas clasificaciones y esas jerarquías.

-En fin... creo que no queda nada más por aclarar... -traté de concluir la conversación, con un tono de voz algo cansado, hasta que recordé algo.
-Señorita Lemacks, una última cuestión: -la miré por encima del cristal de mis gafas. -¿Sabe usar usted armas?



FDR: Me dijo Lil que ya no tenemos a Zero D: ¿Qué hacemos? ¿Nos buscamos a otro asesino de hermanas y esposas?

Me quedé en silencio con una ceja ligeramente alzada. Nunca me había gustado que me tratasen como a un perro. Todos aquellos términos semejantes a "mira qué bien que se porta mi perrito, que bueno que es" me producían repulsión y me molestaban considerablemente. Sin embargo, en aquella ocasión lo mejor sería no dejarme escapar por mis impulsos y asentir, como una "buena chica". Estaba a punto de entrar en La Organización y, ahora mismo, no podía fastidiarlo todo por lo impulsiva que era mi personalidad.

-Sí, supongo. Intentaré encontrarlo... aunque no se puede esperar que para mañana esté todo hecho -Noté por el tono de Mikhail que mi comentario había producido en su ser algo así como... provocación. En ningún momento había pretendido aflorar en él ese sentimiento pero si lo había hecho no me pensaba dignar a disculparme. Yo era así, una niña caprichosa que no aceptaba nunca sus fallos, no había nada que pudiese cambiarme puesto que no me dejaba manipular.

Eché hacia adelante mi cuerpo con interés para observar con una mejor calidad el mapa que me mostraba. Para mi gusto le faltaban unas cuantas cosas aunque, tampoco se le podía exigir mucho más en aquellos tiempos. Asentí con la cabeza al ver dónde se encontraba la cruz... creía recordar que por aquella zona yo también había encontrado a más de uno rondando y que no parecía perdido, que se percibía que sabía a dónde se dirigía.

-A lo mejor hay entre el páramo algún hueco que lleve a unas cuevas. En esa zona podría haber más de un mutante asentado... Debería de ser investigada con detenimiento -Asentí a todo lo que él me decía prestándole atención. Sabía que haría todo lo posible a partir de aquel momento para conseguir mi meta, ser un miembro oficial de La Organización.

-¿Puedo arriesgarme y decir que usted también quiere ir, doctor Kostova? -Por su tono se indicaba lo indignado que se encontraba. Seguramente había algún asunto pendiente entre él y Zero y quería matarlo-atraparlo-torturarlo con sus propias manos. El ser humano es muy vengativo y éso es algo que a mí, ciertamente, me encanta.

-Bueno, entonces ya me voy para comenzar a investigar... -Susurré mientras me levantaba de la silla metálica dispuesta a andar hacia la salida. Sin embargo, Mikhail llamó mi atención con otra pregunta. -No sé si debería de ser políticamente correcta con usted o sincera... Sé usar armas, por supuesto -Dije tras unos instantes de reflexión.


FDR: siento la brevedad.

Noté como mi tono de voz disgustaba a Katherine, lo cual me divirtió bastante. Por supuesto, la muchacha controlaría sus respuestas, pues aquí el jefe era yo, y no quería hacer enfadar al jefe, ¿no?
Por eso me gustaba estar al mando. Porque de ese modo, las cosas se hacían siempre a mi manera, no por nada más.

Puse una pequeña mueca ante su respuesta. Más bien dicho, ante la primera parte de su respuesta. Me acomodé un poco más, si es que eso era posible en la dura silla metálica, y entrecrucé los dedos, dispuesto a dejarle las cosas claritas.
-Conmigo debe ser sincera siempre. La corrección política es absurda y no lleva más que a confusión. No me interesa en absoluto si es usted buena persona, si le cae bien a la gente, o si por el contrario es un monstruo. Sólo me interesa saber que hará bien lo que le he encargado. -dije con total sinceridad.
Pero, aún así, estaba satisfecho con la segunda parte de la respuesta que me había dado.
-Bien, así que podrá defenderse, eso es bueno. Hum... -pensé unos instantes. -Espere.

Rebusqué entre mis papeles, y saqué una hoja oficial de las naves. Sí, una de esas autorizaciones a las que sólo teníamos acceso ciertos altos cargos y que permitían sacar cualquier suministro que especificáramos en el papel.
Saqué de nuevo el bolígrafo del bolsillo, y garabateé cuatro cosas rápidas, más una firma.
"Yo, Mikhail Kostova, director del Área de Investigación y Desarrollo de los Laboratorios de las Naves, autorizo a Katherine Lemacks a extraer el arma que ella solicite.".
Le tendí el papel.

-Úselo con sabiduría. Dele esto a los chicos de la armería, le darán lo que pida. -le dije con tono de advertencia. -Puede irse, señorita Lemacks. No me deje en mal lugar. -le dije medio en broma, pues suponía que ella sabría lo que se hacía.

FDR: Tranqui por la brevedad, lo que me preocupa es lo que dije antes de Zero... xD

Asentí complacido a todo lo que la chica me había dicho.
-Yo también lo espero. -comenté con tono de advertencia. -En fin, lo mismo digo, que tenga mucha suerte. -me despedí de ella con un tono algo cansado. Sí, llevaba unos días que no paraba demasiado quieto.

Finalmente, la chica se fue, dejándome solo en uno de esos despachos limpios y antisépticos que tanto me gustaban. Dejé pasar unos minutos relajándome, aspirando el aire con olor a limpio y acariciando el metal de la mesa con las yemas de mis dedos, finos y precisos. Y mientras, como siempre, pensando. Meditando. Cavilando. Así soy yo.

La tal Katherine no era una mala pieza. Vale, sí, tenía algunas características que la hacían algo insoportable, como esa especie de elevadísima autoestima que rezumaba por todos sus poros, y esa actitud infantil y caprichosa, pero por el contrario, no era tonta, se la veía capaz, y sin ningún escrúpulo para conseguir lo que se proponía, cosa muy necesaria y bastante en estos tiempos que corrían.
Además, la pobre estaba loca por entrar en La Organización, cosa que tampoco era nada que despreciar.

Así pues, finalmente, me fui de la habitación, pues tenía otro trabajo que hacer. Suspiré. Siempre lo tenía.

Cierro tema.