Sola [Libre]

Con las manos metidas en los bolsillos llegué a las calles de la ciudad subterránea de los mutantes, supuestamente... mi hogar. Lo único que le faltaba, era la decoración. Porque basicamente tenía el mal olor y todo lo que tenía una ciudad. Bueno, para que quejarse.
Caminé, echando una miradita sutil (para que no se dieran cuenta) de vez en cuando en las mentes de los traseuntes mutantes. Sin embargo la imagenes del pasado de Aisa no se me iban de la cabeza.
Suspiré y sacudí la cabeza. Mejor olvidarlo.

Derrepente las imagenes del pasado de Aisa vinieron a mi mente. Otra vez.
Sacudí la cabeza intentando apartarlas y mi corazón empezó a latir más fuerte.
Me puse de puntillas y la busqué con la mirada.
Crucé una calle, doblé una esquina y vi su pelo entre toda la gente.
- Te he estado buscando- le dije jadeando, después de correr hacia ella.

Oí la pregunta en su mente y bajé la mirada al suelo.
- Lo siento, en serio.
Las gentes de alrededor tiraban de nosotras, asi que la cogí del brazo y la llevé hasta una esquina que doblaba con un callejón.

Miro por el rabillo del ojo a la multitud que va de un lado para otro. Hay algo que me inquieta, pero sacudo la cabeza y vuelvo a fijar la mirada en Aisa.
Me apoyo contra la pared, un poco alejada de ella y sonrío con amargura.
- Lo tuyo es un pasado fuerte ¿eh?
Sabía que no era bueno hacer bromas, pero que aburrido era todo.

Dibujé una mueca en mis labios.
- Yo tampoco, pero adoro cuando te pones así.
Suspiré y volví a mirar a la multitud, ignorando la primera pregunta de Aisa. Había algo que me ponía los pelos de punta, como si no puediese estar totalmente tranquila.
- Nos observan- dije en la mente de Aisa.
Aun sabiendo que le molestaría no tenía más opción, a lo mejor nos escuchaban.

Volví a mirar a la multitud, pero sacudí la cabeza y salí tras de Aisa.
- Ey, preciosa, no te vayas tan pronto.- me encogí de hombros, ajuntándome a su ritmo- Así. Supongo que el miedo me pone- sonreí.
Crucé dedos detrás de la cabeza y comencé a esquivar a la gente. Aunque ir con Aisa tenía su ventaja, ya que bastaba una de esas miradas asesinas para que la gente se apartara.

Solté una carcajada.
- Todo lo que venga de tí, sí- la miré divertida.- ¿Especial dices? Pues pues... Quizás ¿eh?
Me paré en seco y la cogí del brazo tan fuerte que hice que me mirara.
Observé durante un largo minuto sus ojos azules.
- Sí que quiero algo- dije despacio. Cogí aire- ... Helado ¿Y sabes lo mejor? Voy a dejar que me invites.
La solté y seguí andando.
Vi como hacía eso con la chica y silvé.
- ¡Anda! Yo también quiero que me hagas eso a mí- me acerqué a su oído y susurré- Que seguro que tocarte algo más que el brazo es genial, preciosa.

Reí.
- ¿Y quién te dice que quiero algo contigo? Es que me encanta picarte, preciosa. Aunque bueno, la verdad es que no me importaría una noche de cama con la fría Aisa.
Miré a mi alrededor a ver si veía alguna heladería. Como no, me fijé al rato en una niña que llevaba un cucurucho de fresa.
Sonreí y sondeé su mente. Como estaba cerca, pude ver como hacía una mueca de desagrado, pero no se dio cuenta.
- Hay una a la vuelta de la esquina, preciosa.

Sonreí, pero no dije nada. No iba a conseguir que dejara de llamarla así, porque encima era guapa.
- Creo que sobreviviré- dije refiriendome a la cama.
Entré e hice caso omiso cuando se quedó en la puerta.
Me agaché para ver mejor los helados y pedí uno de chocolate con birutas de colores.
El mutante me lot endió y yo me acerqué a Aisa lamiendolo.
- Paga.

Sonreí.
- Buenisimo.
Le puse el helado delante de las narices y la miré.
- Venga, prueba un poco.

La miré durante un segundo y luego aparté la mirada.
Lamí de nuevo el helado, manchandome los labios. Los lamí también.
- No, nada más. Ya puedes irte.
Seguí andando mientras metía la mano que me quedaba libre en el bolsillo y lamí el helado.
Un mutante que iba con prisa se chocó contra mí y destrozó mi helado y mi camiseta.
Lo fulminé con la mirada y me metí en su mente, controlandola y haciendo que se chocara contra la pared.
- Imbecil- siseé.
Lo dejé allí tirado con un terrible dolor de cabeza mientras yo miraba mi ropa.
- Genial.
Seguí caminando.

- Muchas gracias- le dije mentalmente, visiblemente cabreada.
Seguí caminando, hasta que encontré una tienda. Entré y pillé una camiseta de tirantes roja, que me pegaba con los pantalones negros.
Pagué el poco dinero que tenía. Genial, y encima ahora era pobre.
Salí y curioseé.
Al rato me metí en un callejón y trepé con agilidad por las paredes de una casa medio derruida y mugrienta. La pared tenía bastante salientes y huecos, asi que no me costó mucho llegar al tejado y sentarme allí.