Prueba de rol: Barbara Lindberg [Aceptado]

–Señorita Lindberg, ¿tiene algo que decir?– preguntó un hombre de edad avanzada, cuya cabeza estaba coronada por un sin fin de cabellos blancos, largos y enredados. Augusto era el nombre de dicho miembro, y su apellido como el de todos los presentes tenía un peso de enormes dimensiones. Sus maneras de tratar a la gente eran algo especiales, su voz siempre se enriquecía con un tono pedante y de gran superioridad pero, cuando se refería a las chicas, especialmente a mí, su tono era de burla y coquetería. Sabía perfectamente que me quería escuchar y atacar, pues no era secreto que no me gustaba tocar los temas que tuvieran que ver con La Organización.

Me removí en mi asiento y sin ver a los presentes sentí como las miradas caían sobre mí. Veía mis manos, las cuales estaban posadas en mi regazo y cuyos dedos se entrelazaban apenas por la mitad; mi cabeza sólo planeaba la mejor forma de evadir el tema o, al final de cuenta, dar un respuesta diferente a la esperada. Alcé la vista y me encontré, delante de mí, con una copia de la solicitud que la Organización había mandado al Consejo. Como primer punto pude leer que pedían el permiso de experimentar con humanos no mutantes, sobre el gen causante de la mutación. –Miembros del Consejo– dije primeramente para hacer callar los murmullos que ya empezaban a escucharse en la amplia sala. –¿Cómo podríamos aprobar el proyecto de la Organización si solamente nos han mandado la solicitud?– pregunté separando mi espalda del respaldo. –Ésta, la solicitud, carece por completo de información necesaria. Y con información me refiero a cifras y/o hechos, que puedan demostrar que el experimentar con humanos no será un peligro para dichos sujetos.– pude escuchar otra vez murmullos, acompañados con asentimientos de cabeza. –Hasta que los miembros de la Organización no demuestren la seguridad de dicho proyecto, el Consejo debería negar el permiso y...– dije poniendo un poco más de volumen en la voz al notar que el viejo Agus, como le decían sus amigotes, quería interrumpir –... por lo tanto, negar todo tipo de subvención que fuese dirigido a dichas prácticas–.

–Parece señorita Landberg, que sigue sin querer cooperar...–. El viejo apenas pudo decir su última palabra, cuando mi mirada se fue hacia él y mi rostro adquiría un semblante de enojo y sorpresa al mismo tiempo –¿Qué quiere decir con "cooperar"?– pregunté –¿Cómo se podría cooperar con personas que tienen como mentalidad la de exterminar a los mutantes? ¿Tengo que recordarle que este Consejo, entre una de sus muchas funciones, fue hecho para mantener una paz que bien, en estos momentos podría pasar por imaginaria?–. El silencio estaba presente por completo en la sala de reunión, nada lo quebrantaba excepto por algunas respiraciones nerviosas que escuchaba cerca de mí –Muchos de ustedes conocieron a mi padre, y díganme mentirosa, pero él es uno de los pilares de este Consejo y, ¿cuáles fueron sus palabras cuando se creó esto?– dije golpeando la superficie de la mesa con el dedo índice –Él citó a Isaac Newton en sus palabras... "Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes"– ...–Entonces señorita Lindberg, ¿cuál es la posición que toma en esto?– preguntó Aurora, una mujer de gran porte la cual se encontraba justo a mi lado derecho.

Aurora me conocía bastante bien, pues ha sido amiga de mi familia por mucho tiempo. La sonrisa de ella me dejaba ver que mis palabras habían dado justo donde quería. Muchas veces ella me había dicho que yo era incluso más capaz que mi padre, que llegaría lejos, rompiendo cualquier atadura que me impidiera continuar. –Propongo al consejo lo siguiente: La Organización tiene como mínimo dos meses para demostrar que no existen riesgos a la hora de experimentar con humanos y, pasado dicho tiempo, especialistas ajenos a la Organización, estudiarán el informe y en base a eso, se decidirá si dar luz verde o no al proyecto– tragué duro –Y, abordando la segunda petición, la subvención será negada hasta que no demuestren cual será el fin de dicha ayuda económica. Gracias– dije tomando asiento entre un mar de comentarios. –Lo hiciste bien querida– me dijo Aurora acercándose a mí –Ya veras como aceptarán lo que dijiste... Siempre los tienes comiendo de tu mano– agregó, haciendo que mis mejillas se ruborizaran un poco –Tu atractivo físico es de gran ayuda– terminó por fin.

Sólo esperaba que fueran mis palabras, mi diplomacia y estudios lo que fueran el verdadero motor de mi éxito, y no como dijo Aurora, por mi cuerpo.